En estos últimos días de un atípico mes de julio, fruto de las copiosas tormentas veraniegas, los bosques del valle del Oja han experimentado una notable floración micológica. Eso sí, algo atrasada con respecto a otras temporadas estivales, y también aislada, según aquellos lugares en los que se han acumulado mayores precipitaciones.
Durante la estación estival, los hayedos del Alto Oja llegan a producir estimables cantidades de Hongo blanco o de verano, denominado científicamente: Boletus aestivalis o reticulatus.
En los últimos años, esta pequeña comarca de la Sierra de La Demanda riojana, ha tenido el infortunio de soportar unos comienzos de verano exageradamente secos y calurosos. Inapropiados para la producción de las apetecidas setas estivales, entre las que podemos nombrar a los estimados boletos, rebozuelos, rúsulas y ciertas amanitas. Todavía consigo recordar como, cumplidos ya casi siete años, a finales de julio y comienzos de agosto de 2006, tuvimos una situación atmosférica muy parecida a la que hemos vivido durante estas últimas semanas del mes de julio de 2013. Breves momentos de bochorno alternados con intensos aguaceros tormentosos, encargados de endosar unas importantes cantidades de lluvia acompañadas de un estruendoso aparato eléctrico y granizo. Esta caprichosa condición, ha supuesto el detonante perfecto para originar esperado choque térmico que tan favorable resulta a ciertas especies de setas, consideradas amantes de la humedad y las temperaturas suaves. Esporádico requisito que desgraciadamente no se cumple todos los años.
Bajo cierto grado de insolación, añadiendo condiciones de sequía ambiental, la cutícula que recubre el sombrero del boleto estival se torna mucho más clara, pasando del marrón avellana al crema-beige pálido.
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Los bordes húmedos y musgosos de los cursos fluviales y manantiales de montaña, en el fondo de los barrancos, se consideran sitios idóneos para el desarrollo del Boletus reticulatus.
Se trata de hongos termófilos, propios ambientes ecológicos caldeados. Hijos de la tromba y de las contrapuestas condiciones ambientales que se generan tras su lance estremecedor. En la región montañosa mediterránea, las citadas especies tienden a emerger aprovechando los leves periodos de humedad que acontecen durante la estación cálida y seca. Bajo este contexto, son capaces de exprimir hábilmente la humedad ambiental y edáfica que se almacena en el sotobosque fresco. Desarrollándose con extrema rapidez durante las noches templadas, cuando el terreno aparente los primeros síntomas de desecación y el mismo logre alcanzar una temperatura óptima que incite a la pronta reproducción de los micelios subterráneos. Después de la brusca bajada de temperaturas que suele proseguir tras el paso de una tormenta es recomendable que, durante las horas y los días siguientes al episodio de lluvia, la atmósfera ambiental se mantenga suave, sin que experimente repuntes desecantes.
Bosques de melojos o rebollos, Quercus pyrenaica, entrados en madurez, con dosel aclarado y sotobosque empradizado carente de malezas. Este tipo de estructura forestal favorece la proliferación del suculento Hongo de melojar.
Entre la inabarcable diversidad de russulas y la marcada abundancia de rebozuelos (Cantharellus subpruinosus), en el bosque de hayas hemos podido apreciar un aceptable brote de hongos del género Boletus, con predominio de Boletus aestivalis y algo también de B. aereus, éste último más ligado a los bosques termófilos de robles o Quercus que aparecen repartidos por las colinas del Medio Oja.
El acontecimiento ha sido algo anormal en cuanto a extensión se refiere, debido a la irregularidad de las precipitaciones y al precalentamiento tardío que han sufrido la mayor parte de los suelos que se localizan bajo las masas forestales del Alto Oja. En realidad, los boletos llevan creciendo pausadamente en nuestros bosques desde finales del mes de junio, de forma dispersa y en escaso número. Pero ha sido durante este último fin de semana, cuando hemos tenido la ocasión de observar las primeras producciones plausibles, con setales bien nutridos bajo el cobijo de robles y hayas.
Monte bajo de roble rebollo, Q. pyrenaica, con estrato subarbustivo en el que predominan matas bajas de ericáceas. Los pequeños brezos y biércoles, ofrecen una protección irresistible para el también denominado Hongo de San Juan. A nivel científico, se sabe que existe un tipo de asociación micorrizógena específica entre las raíces de estas matillas y el micelio de Boletus.
Bellos ejemplares con intenso colorido encontrados bajo robles.
En todo momento me estoy refiriendo a la aparición del exquisito Boleto reticulado o Boleto estival (Boletus reticulatus; sin. B. aestivalis). Onndo zuria o blanco, como también es llamado en las vascongadas. Habitante típico de los bosques de hayas y melojos que se propagan extensamente por valles medios de la cuenca del río Oja. En menor medida también podemos encontrarlo bajo quejigos y encinas, localizados en las zonas más bajas y cálidas del pie de monte demandés. Medrando siempre sobre terrenos acidificados, arenosos y sueltos, procedentes de la desintegración de cuarcitas, esquistos, pizarras y areniscas. Tratándose de suelos más o menos pobres y descarnados, con algo de pedregosidad superficial. A su vez, se considera especie de temperamento heliófilo, que crece en condiciones de luz bajo cierto grado de exposición solar. Por ello, solemos encontrarlo brillando feliz en los claros y lindes musgosos forestales, rehuyendo de las zonas más frescas y sombrías.
Ornamentación reticular a modo de redecilla en la parte alta del pie. Asimismo, obsérvese el inicio del resquebrajamiento de la superficie del sombrero con motivo de la sequedad ambiental. La primera clasificación de esta especie de boletus se atribuye al micólogo alemán Jacob Christian Schäffer, 1763. En realidad, no se sabe si en aquel preciso momento el calificativo de “reticulatus” haría referencia al retículo del pie o más bien al cuarteamiento reticular que también suele padecer la superficie de la cutícula cuando ésta se deseca por efecto de las temperaturas.
DESCRIPCIÓN
Normalmente presenta un porte más esbelto que el resto de sus congéneres del grupo “edulis”. Su sombrerillo, de tacto aterciopelado, algo rugoso y a veces resquebrajado, ostenta en la primera fase de crecimiento un color avellana oscuro, que empalidece con la edad y también por motivos de la sequedad atmosférica, adquiriendo entonces un matiz blanco ocráceo, con superficie que se va agrietando con la edad. Su piel pubescente y siempre seca, no viscosilla con la humedad, se considera un rasgo diferencial que lo distingue de edulis y pinicola. Éstos mismos, también exhiben un dibujo reticular a modo de redecilla en la parte alta del pie. Pero, en la especie que nos ocupa, suele estar mucho más marcado y con frecuencia se prolonga hasta la base del mismo. Su pronunciado olor dulzón suele resultar un carácter distintivo para los olfatos más refinados. Así como su sabroso gusto, también meloso. Suculento sabor que sobre todo llega a intensificarse cuando la recolecta se efectúa bajo condiciones de cierta sequía ambiental. Ante estas circunstancias, su aroma puede ser muy intenso y penetrante, asemejándose entonces al de su primo-hermano el hongo negro (B. aereus), aunque este último tiende a decorar su sombrero y pie con tonalidades más oscuras y bronceadas.
Detalles con el colorido típico de Boletus aestivalis.
Coloración oscura y bronceada en Boletus aereus.
Reluciente y precioso ejemplar de B. aestivalis recién nacido entre la hojarasca del hayedo.
Siempre resulta emocionante el poder reencontrarse de nuevo con esta complaciente seta veraniega. Indescriptibles sensaciones nos inundan cuando decidimos acudir a nuestro retirado rincón oculto en las profundidades del bosque, tras varios años de inquietante espera. Ése íntimo escondrijo en las soledades del hayedo o del robledo, que permite la acogida de tan agradecidos seres micológicos. No importa lo dañada que podamos encontrar su carne a causa de la voracidad de los animalillos silvestres, ¡Ellos también poseen su derecho! Lo bonito es verlos sobresalir, resplandecientes y magnos. Escudriñando sus rollizas siluetas hábilmente camufladas entre la fronda del sotobosque. Para el amante recolector, la degustación culinaria suele considerarse un propósito secundario, que se va fraguando tras vivir la emocionante aventura que supone el salir a explorar lo que pausadamente va aconteciendo en el campo.
ha nacido un portentoso ser.
haz de luna ha despertado su crecer.
apareces fugazmente sin decir por qué.
inolvidable sitio en el que te encontré.
Joseba mikel says
Bueno yo también soy gran amante de las setas, he leído tu artículo y me ha gustado, ya sé que es de hace unos años pero eso es lo de menos, también me ha gustado tu poema, así que me voy a atrever a compartir otro poema contigo y con todos los que lo lean. un saludo.
Verde intenso en la colina
verde estaba la manzana
verde pino verde haya
verdeaba la mañana
la blanca niebla el rocío
abrazaban la montaña
por el cuerpo escalofrío
caminando entre las brañas
bajo las hojas el mito
escondido cual tesoro
hongos sagrados benditos
como monedas de oro
las setas de mis delirios
brotando desde la Tierra
deshaciendo mi martirio
calman mi cerebro en guerra
oh! divinos maravilla
de naturaleza esquivos!
cual gacela caprichosa
grandes gigantes vivos
esperadme seguid vibos
carne firme dulce aroma
permaneced en las hayas
bellos cual torcaz paloma
mañana voy a buscaros
apenas despunta el alba
endorfinas de mi sangre
placer intenso del alma…
Joseba mikel says
…grandes, elegantes, vivos…queria decir.
Juan José Arguisjuela says
Muy bonito Joseba. Se agradece la sensibilidad. Saludos desde Ezcaray.
Juan
Orlando says
Me alegro de ser uno de los visitantes en este sitio web emocionante: D.