Este año, según van rigiendo las condiciones ambientales, parece ser que el máximo apogeo de los bosques otoñales en la comarca riojana del Alto Oja, tendrá lugar durante las últimas semanas de este mes de octubre de 2019. Casi 15 días más tarde si lo quisiéramos contrastar con la senescencia foliar de otros pasados otoños ¡¡Si es que en la Naturaleza no hay dos años iguales!!
El valor paisajístico de los bosques y arboledas mixtas naturales del Alto Oja resulta incuestionable. En otoño podemos disfrutar de algunas de las mejores estampas pictóricas que sutilmente nos ofrecen las arboledas de esta afamada comarca natural Riojalteña. Ezcaray, es el Término Municipal con mayor superficie forestal de La Rioja, con cerca de 14 000 ha de Montes de Utilidad Pública catalogados. No obstante, toparse con el “pico del otoño” no es tarea fácil. Cada año, los árboles van desnudándose poco a poco, siguiendo una cadencia distinta sin fórmulas numéricas preestablecidas. Fulgurante bosque mixto en los parajes de Requita Larga y Barranco del Cinto-Alto Oja de Ezcaray, con predominio de hayas, fresnos, cerezos, serbales y mostajos.
Si tiramos un poco de memoria y realizamos una comparativa así por encima, apuntando al verano, sabemos que a parte de llegar con casi un mes de retraso (las tormentas y lluvias perduraron hasta la segunda semana del mes de julio), durante el mismo apenas se llegaron a experimentar episodios de calor extremo como en años anteriores. Salvo días contados, la canícula ha sido más bien suave y benigna. Su sequía edáfica, a nivel de suelo, tampoco ha debido de ser tan pertinaz. En gran medida, gracias a las reserva hídrica que precisamente se fue almacenando de forma lenta y pausada empapando el piso forestal durante el invierno y primavera pasados, también señalados por ser prósperos y abundantes en nieves y precipitaciones. Así de rotundos, podemos afirmar que es la humedad la que exactamente determina la vida y funcionalidad del suelo de nuestros bosques. El combustible que favorece consabida actividad microbiana a la que también se une la fúngica, motivada por la acción callada de los hongos subterráneos, y que evidencian por igual el estrés y agotamiento del arbolado en todas sus fases de crecimiento, sus niveles de nutrición e hidratación tisular (a nivel de tejidos), así como del resto de biorritmos metabólicos.
Los días cálidos, alternados con noches frescas sin heladas, producen una gama de colores más variados y brillantes. La humedad atmosférica y del suelo resultan fundamentales para que el ritmo de defoliación sea lento y progresivo. Igualmente, factores topográficos como la altitud o el relieve del terreno, en este último caso ofreciendo estaciones protegidas y resguardadas, también influyen en el concierto del desprendimiento foliar. Vientos fuertes y desecantes, la acidez o fertilidad del suelo, la contaminación atmosférica,… y, por supuesto, la especie de la que se trate, determinan al unísono la secuencia armónica de los coloridos otoñales de nuestros bosques. Equilibrada mezcla de colores en el Pago de La Roza, con cerezos, arces, castaños, fresnos, chopos y pinos silvestres y negrales-Medio Oja de Santurdejo.
A pesar de que las condiciones de partida se nos presentaban favorables, cabe matizar que en lo que llevamos de otoño la sequía está volviendo a ser la tónica dominante dentro los espacios naturales del Alto Oja. Bajo esta premisa, el cambio de color de las hojas de las frondosas se torna menos vivo y contrastado, predominando entonces los tonos oscuros y tostados, evidencia de defoliaciones súbitas, etc, etc. Para colmo, la llegada de la primera ola de frío polar de estos últimos días es posible que también afecte a la normal cadencia del cromatismo foliar, originando si acaso un deshoje precoz y mortecino. Lo comprobaremos durante esta última semana de octubre, si la nieve y el frío nos lo permiten, claro está (je, je, je).
Vistoso ramillo de Roble quejigo (Quercus faginea), con sus hojas otoñales resplandecientes al atardecer. La fotografía de los colores del otoño es un magnífico aliciente para salir a pasear por el bosque, vitalizando cuerpo y mente, en sintonía con el paisaje vegetal.
¿Por qué algunas frondosas se desprenden de sus hojas cuando llega el otoño? Uno de sus principales motivos es buscar protección frente al frío invernal. Para evitar posibles daños dentro de los tejidos tiernos que constituyen la hoja, a la vista de formarse acerados cristales de hielo por efecto de la congelación del jugo interno celular. Pero la hipótesis más sólida apunta a un factor más bien nutricional o fisiológico, relacionado con el ahorro de energía. Pues es el árbol el que decide, bajo mandato genético, desprenderse de un órgano vital como la hoja, cuya actividad se reduce al mínimo durante la estación invernal, funcionando a medio gas a consecuencia de las bajas temperaturas y la falta de luz, y que por tanto es muy costoso de mantener. Así, le es más eficaz y de mayor provecho deshacerse de las mismas e incorporarlas de nuevo al ciclo de nutrientes del suelo. Reciclando sus contenidos. Para que se degraden lo antes posible, se transformen en humus y así puedan ser reutilizados durante la próxima estación vegetativa. Sabio él, antes de que caigan por completo, una buena parte de los nutrientes y elementos que las constituyen, son reabsorbidos y pasan a ser acopiados dentro del cuerpo leñoso del propio árbol, en los tejidos de reserva, para alimentar futuras yemas, hojas, flores o semillas. Y como en este proceso de reasimilación, se sigue un orden más o menos pautado, de ahí la gradación y posterior expresión de los colores otoñales. Su explicación científica la tienes más abajo…
El bosque es astuto y, como un gran organismo vivo que es, sabe ahorrar energías cuando las condiciones climáticas son desfavorables, beneficiando a todos sus árboles por igual, porque una elevada concurrencia a veces también brinda protección. Para ello, los jóvenes pimpollos de roble suelen crecer muy juntitos y densificados, abrigándose del viento. La estrategia del robledal marcescente de Roble melojo o rebollo (Quercus pyrenaica) es despojarse de su hojarasca al final del invierno. Para que la materia orgánica que compone sus tegumentos pueda reciclarse y aprovecharse in situ al comienzo del siguiente periodo vegetativo, cuando se active la microfauna edáfica descomponedora. De este modo, evita la contingencia que supone el que sean trasportadas a otro lugar fuera de su bosque, durante los sucesivos temporales invernales.
Por su parte, las coníferas o las encinas, o viven en zonas refugiadas, más térmicas, o poseen hojas más pequeñas y endurecidas, recubiertas de ceras protectoras, en cuyo interior existen sustancias anticongelantes que impiden su deterioro por congelación.
La abcisión o desplome, tanto de las hojas como de los frutos, se lleva a cabo tras la acumulación de una capa de células específicas en la base del peciolo o pedicelo, dispuestas de forma perpendicular al eje longitudinal del mismo. Formándose una zona de incisión natural. Por igual, en la base de la hoja también se aglutina un conjunto de células que se encargan de obstruir el tránsito de agua y nutrientes hacia el interior del limbo, favoreciendo su deshidratación paulatina. Después, un complejo de enzimas pectinasas y celulasas, activadas por mecanismos hormonales, disuelven dicha cubierta celular facilitando una línea de rotura por la que la hoja se separa libremente de la ramilla y termina cayendo al mínimo soplo de viento (representación esquemática de la abcisión foliar).
LOS PIGMENTOS DEL OTOÑO EN LOS BOSQUES DEL ALTO OJA
Física y química del color (más información). El color de las hojas se corresponde con un estímulo visual captado por nuestro sistema nerviosos cuando traduce la radiación electromagnética que rebota desde la superficie foliar hasta los ojos. Un pigmento es una molécula que realiza una absorción selectiva de la luz, reflejando todos los colores con los que no se queda. Carta de color en las hojas del cerezo silvestre (Prunus avium). Atendiendo a lo dicho, dentro del espectro lumínico:
1. La clorofila absorbe los rayos rojos y azules del sol, y refleja los verdes, de ahí su color.
2. Los carótenos absorben los azules y verdes, y reflejan los amarillos y rojos, dando con su mezcla los anaranjados.
3. Los antocianos absorben por igual los verdes y azules, y reflejen los rojos y púrpuras.
Los botánicos afirman que el principal desencadenante que causa la aparición de los colores otoñales en las especies caducifolias es la ausencia progresiva de luz, suscitada por el acortamiento que va sufriendo el día tras el equinoccio de otoño, más acuciado en áreas de la latitudes templadas del globo terrestre. De esta forma, según se va reduciendo el fotoperiodo o número de horas del ciclo solar diario, así se va degradando el principal pigmento que otorga el color verde a las hojas de las plantas, la clorofila. Un pigmento caracterizado por considerarse algo inestable, cuya producción se ve también mermada con la bajada de las temperaturas. Cuando desparece por completo, entonces se vislumbran los carotenos o carotenoides, otros tintes que hasta el momento se encontraban ocultos o enmascarados por el verde de la clorofila, y que originan los colores amarillos y anaranjados en las hojas. Los encontramos en el citoplasma celular, adheridos las proteínas de los cloroplastos. Investigadores afirman que, según parece ser, estas moléculas presentan una función térmica en la hoja. Cuando éstos últimos disminuyen, nos queda el marrón de la hoja seca, se habla entonces de taninas.
Manifestación de colores otoñales en un mismo ejemplar de haya (Fagus sylvatica), afectando a la vez a distintas partes de la copa del árbol. Al reabsorberse el verde de las clorofilas, se “destapan” entonces los amarillos y anaranjados de los carotenos.
Es otoño, se reducen las horas de luz y bajan las temperaturas, propiciando así la deposición de la clorofila y la reaparición de los carotenos en estas hojas de Haya (Fagus sylvatica). La sequía y el frío del otoño, además de otros factores, influyen decisivamente en la rapidez y expresión del proceso policromático. Otoñadas áridas, con vendavales y heladas tempranas, originan un marchitamiento anticipado sin sucesión de colores.
Mismo ejemplo, pero en este caso acusándose sobre una fronde de Helecho común (Pteridium aquilinum). Es posible que el hielo otoñal haya afectado a una de las dos mitades de esta hoja, afectando a la pronta diferenciación de su colorido, haciendo desaparecer de manera drástica el verde de la clorofila. También ha podido ocurrir por efecto de una sombra rectilínea prolongada,..o ¿quién sabe? Se admiten sugerencias. Pero la imagen, elocuente es un rato.
Radiante amarillo reflejado por los carotenos de este Arce campestre (Acer campestre). Dentro de los pigmentos carotenos, son las xantofilas, como la luteína, las que confieren el color amarillento al follaje, mientras que los Beta-carotenos (visibles en el haya de la derecha) otorgan las sinfonías anaranjadas. Paraje de La Zalaya, en término de Cilbarrena, Ezcaray.
Por su parte los pigmentos antocianos o antocianinas se hallan en las vacuolas de las células vegetales y son los encargados de colorear el limbo foliar con notas rojas, púrpuras y azules. Según estudios, parece ser que estos matices se producen al aumentar la concentración de ciertos azúcares (glucosa) cuando la hoja empieza a deshidratarse, a comienzos de otoño. El pH o acidez de la hoja también suele ser capital en la manifestación de su intensidad. Dicha concentración varía entre años, de ahí que no haya dos otoños iguales en tonalidades de rojos, mientras que, por ejemplo, la de carotenoides (amarillos/naranjas) se mantiene constante. La funcionalidad de los antocianos no está del todo esclarecida. Se les atribuye una finalidad protectora frente a la luz solar ultravioleta, absorbiendo el excedente lumínico de dicha radiación, ejerciendo de antioxidante, postergando así la caída precipitada de la hoja no sin antes ingerir el resto de sus nutrientes beneficiosos. Por igual, como medio de defensa repeliendo la incidencias de insectos fitófagos (a más rojo = más azúcar = más reservas = mejor condición sanitaria), como indicativo de carencias en nitrógeno y otros nutrientes esenciales, como estimulante hacia los polinizadores exhibiéndose en las hojas bracteoladas que secundan a las flores, etc.
Antocianos o antocianinas en las hojas del arce de Montpellier (Acer monspessulanum) y del arándano o anabia (Vacciunum myrtillus). Os los muestro, en parte, por la ecología tan dispar que presentan ambas plantas, embelleciendo, respectivamente y por igual, los bosques termófilos del medio Oja y los matorrales de montaña de la Sierra de La Demanda.
ALGUNAS ESPECIES CON SUS TÍPICAS COLORACIONES. BOSQUES PARA EL RECUERDO.
De todos los tamaños, estructuras, edades y colores. La mancha boscosa que recubre la superficie del valle del Alto Oja es extraordinariamente rica y diversa en especies forestales. En esencia se trata de arboledas jóvenes y de carácter autóctono, que se han expandido de un modo asombroso durante las últimas décadas, de forma natural y espontánea, a raíz de distintas vicisitudes ecológicas, antrópicas, históricas o socioculturales. En la actualidad, su valor multifuncional se considera trascendental para la conservación de la biodiversidad y de la identidad de nuestra tierra, así como para la protección y fomento del paisaje y patrimonio natural de la Sierra de La Demanda riojana. Por evidentes razones, la práctica totalidad de esta notable masa boscosa se halla incluida dentro de los espacios naturales que conforman la Red Natura 2000, encontrándose protegidos al amparo de las directivas europeas de conservación de hábitats y especies silvestres (ZEC Sierra de La Demanda). La legislación en materia de Montes y de Espacios Naturales Protegidos de La Rioja también vela por su buen recaudo e indisoluble integridad (consultar normativas). Hayedos, bosques mixtos, mostajares, aceredas, avellanedas, saucedas, choperas…todos forman un inestimable tesoro que tenemos el deber de patrocinar y preservar.
El Fresno de montaña o de hoja ancha (Fraxinus excelsior) es uno de los primeros árboles que comienzan a marchitarse a partir de finales de septiembre. Pasa del verde al amarillo dorado. Espectaculares fresnedas en las Umbrías de Chazparria y Turrarana-Valle de Urdanta-Ezcaray.
El Arce de Montpellier (Acer monspessulanum) en compañía del roble enciniego (Quercus faginea) conformando un bosque mixto a pie de cantil, bajo los cortados de la Peña de San Torcuato. Predominio de tonos anaranjados, rojos y púrpuras.
Agrupaciones de Cerezos silvestres (Prunus avium) en los alrededores del pueblo de Valgañón. Este preciso año, una enfermedad fúngica ha causado la caída precoz de la hoja de los cerezos, sin que hayamos podido disfrutar de los maravillosos matices rojos que nos regala cada otoñada esta vistosa rosácea silvestre.
Flamantes avellanedas espontáneas con Avellanos (Corylus avellana) colonizando terrazas y bancales en antiguas áreas de cultivo. El amarillo dorado de las hojas, en combinación con la típica estructura, en forma de túnel vegetal, resulta un deleite para la vista. Valle de Amunartia-Medio Oja de Ojcastro.
En los ecosistemas de alta montaña, representando el último piso de vegetación arbórea o formando parte de la series colonizadoras de los hayedos y robledales acidófilos de la cabecera del Oja, los serbales de los cazadores o cervillejos (Sorbus aucuparia) junto a los mostajos (Sorbus aria), se encargan de engalanar las vertientes más inhóspitas de la Sierra de La Demanda.
ATENTOS, PORQUE OFRECEMOS UN PREMIO DE UNA ACTIVIDAD CON SILVESTRES EZCARAY PARA EL QUE NOS DIGA DÓNDE SE ENCUENTRA UBICADO EN TÉRMINO DE EZCARAY ÉSTE SINGULAR SERBAL DE LOS CAZADORES QUE APARECE SOLITARIO EN LA FOTOGRAFÍA.
Mostajares con Mostajos (Sorbus aria) y Serbales de los cazadores (Sorbus aucuparia) invadiendo los brezales de la umbría de Altuzarra, Ezcaray, en los términos de Ezcuena y Sarrucia.
Vestigios de antiguas saucedas en las que la Sarga negra (Salix atrocinerea) prevalece marcando la linde de los praderías particulares de fondo de valle, en los alrededores del pueblo de Valgañón, paraje de Regala. Esta especie es una de las que más tarde pierde el follaje, allá por el tardío mes de noviembre.
Los robledales marcescentifolios de Quejigo o roble enciniego (Quercus faginea) son tardíos y obtienen su mejor colorido a finales de noviembre, permaneciendo la hoja prendida en el árbol durante buena parte del invierno. Las solanas calizas de Valgañón, Zorraquín y Ezcaray, por debajo de los 1000 metros de altitud, son los mejores emplazamientos para cautivarnos con estas áureas manchas de bosque.
A pesar de su carácter foráneo, el Alerce europeo (Larix decidua) es una conífera que otorga cierta notoriedad al paisaje otoñal del Alto Oja, propiamente por su original naturaleza decidua o caducifolia. Se repobló de manera experimental en pequeños rodales junto al pino silvestre en las últimas décadas del siglo pasado. A día de hoy es un componente providencial de la flora arbórea de este valle de la Sierra de La Demanda. Sus dorados tonos pueden fotografiarse durante el mes de noviembre.
Hayedos en PRIMERA FASE de defoliacaión. Pasando del verde al amarillo. Monte Los Corrales, Valgañón.
Hayedos en SEGUNDA FASE de defoliacaión. Pasando del amarillo al anaranjado. Musquilzalaya, Barranco del Ortigal, Ezcaray.
Hayedos en TERCERA FASE de defoliacaión. Pasando del anaranjado al rojizo. Monte Corral de Zamaquería, Valgañón.
Marcos says
Hola, el serbal podría encontrarse en la cara norte del Campos Blancos?
Juan José Arguisjuela says
Hola Marcos, no está en esa ubicación,…Gracias por intentarlo. Puedes seguir probando. Si quieres alguna pista…
Marcos says
Pues dónde indico hay un ejemplar si no recuerdo mal, seguiré buscando.