Antonio Crespo Crespo, es un conocido y afamado vecino del municipio de Valgañón, sito en la comarca riojana del Alto Oja. Desde niño, supo manejar a la perfección los prolíficos recursos naturales que con amabilidad le iban brindado los fecundos montes que rodeaban su querido pueblo natal. Durante una porción de su vida, dedicada al gremio pastoril, instintivamente supo aprovechar cada materia prima a su debido momento, exprimiendo hasta su último ápice de utilidad, abogando siempre desde el principio de la sostenibilidad y el respeto por la naturaleza amiga.
Acumula una profunda sabiduría septuagenaria y es un libro abierto la hora de rememorar viejas anécdotas relacionadas con un más que afanoso modo de vida rural acontecido en otros tiempos, ya pasados, pero no tan lejanos como cabría esperar.
Orgulloso él, todavía logra permanecer anclado a sus viejas costumbres y tradiciones. A pesar de ello, sus pensamientos no son para nada arcaicos ni remotos, sino todo lo contrario. Su humanismo y contumaz ingenio lo aproximan al mundo contemporáneo, del que permanece felizmente aislado entre boyantes huertos y arboledas, rodeándose de perros, gallinas, palomas y conejos, a los que atiende con sumo esmero.
Antonio disfruta con el sano oficio de la huerta ecológica.
Su entretenida conversación nos invita a conmemorar un emotivo fragmento de la historia transcurrida. Variopintas vivencias evocando las hazañas y sometimientos de una biografía plena de existencia. Un prolijo repertorio plagado de testimonios audaces y novelescos, a los que debemos sumar épicos acontecimientos memorables, rayando lo inimaginable, aderezándose siempre con una nota de crudeza y valor ¡mucho valor!
Turbadora es su expresión durante la detallada y fidedigna narración de los hechos ocurridos y que, con apego y contundente dramatismo, este locuaz hortelano es capaz de rescatar, sin dilaciones, de la memoria del olvido. A la cruda realidad vivida, numerosas veces había que añadir la satisfacción que suponía el convivir en el seno de una comunidad rural aislada, categóricamente precaria, pero en la que siempre se aspiraba a conjugar una hermandad mutua y permanente, haciendo de la unión, la fuerza. Confraternizando amistad, simpatía y solidaridad, -compasivos valores que estos momentos se encuentran en franca decadencia-. Los buenos y malos momentos de entonces pasaban a ser compartidos y recordados eternamente por todos, para bien o para mal. El conformismo por la austeridad, por los bienes escasos, satisfacía a todos por igual y de qué manera. ¿Y por qué razón?, porque sencillamente ante aquella miserable coyuntura social de posguerra no existía ni daba para mucho más.
-Eran otros tiempos tan distintos-, reitera el viejo pastor.-¡Qué épocas más bonitas!-, suelen relatar nuestras abuelas nostálgicas.
Cuántas cosas buenas y saludables habríamos podido aprender en la actualidad de aquellas polvorientas costumbres desarraigadas. Viejas usanzas que una mayoría despreocupada tilda de obsoletas y anticuadas.
Mediante este artículo realizaremos una atípica excursión imaginaria, discurriendo en esta ocasión a través de la Senda del tiempo. Breve y embriagador recorrido paseando por los albores históricos y culturales del Alto Valle del Oja. Continuad leyendo que seguro que os gustará…
La confección de escobas artesanales, haciendo acopio de elementos naturales, ha sido una práctica generalizada a lo largo de toda nuestra geografía rural, desde tiempos inmemoriales. En este sentido, Antonio me ha contado como antaño la escoba de brezo era un utensilio muy demandado por la gente del campo, esencialmente por aquella que se encontraba más ligada a las labores de cariz agropecuario. Lleva realizándolas desde hace algunos años, durante sus ratos libres, pues la pertinaz dedicación vinculada a sus anteriores profesiones le impidió ocupar parte de su tiempo en el montaje de tan cotidiano enser. Sí se fijó y aprendió de los viejos pastores de su pueblo, que bajaban afanosos el ingrediente primordial de los montes de La Zaballa y Zamaquería, entrado el verano. Alguno de los mismos, llegaba a confeccionar más de 300 unidades al año, todas ellas hechas a mano, bajo mandato previo, y que después suministraban a ganaderos y otros particulares de pueblos vecinos y ciudades. Las primeras que empezó a construir las vendía por 500 de las antiguas pesetas. Actualmente monta alrededor de unas 30 piezas al año, todas prácticamente hechas por encargo, pues, según las fabrica, las suele tener ya apalabradas. Las vende por un módico precio de 10 euros y la gente se las lleva incluso para las ciudades, empleándolas en la limpieza de viviendas ajardinadas. Aunque es cierto que, a día de hoy, estas escobas tienden a considerarse más bien un artículo artesanal o decorativo, muy solicitado también por alojamientos rurales, tiendas de recuerdos, festividades que recrean la brujería, etc.
La bonita obra artesanal de Antonio, con sus escobas ecológicas, es digna de elogio. Es uno de los pocos escoberos ibéricos que continúa con la tradición de fabricar escobas de brezo.
Cada familia solía poseer más de diez ejemplares, considerándose herramienta indispensable en los antiguos quehaceres cotidianos. Las escobas de brezo se utilizaban tras las faenas del trillado que se llevaban a cabo en las eras, para aventar, barrer y amontonar el trigo una vez separado de la espiga. El suelo de las cuadras y corrales quedaba totalmente saneado tras realizar una concienzuda y vasta operación de barrido. Con esta práctica, el cepillado que ejercían las recias y flexibles cerdas de brezo, posibilitaba el desprendimiento del estiércol que acababa compactándose sobre la solera o piso de los establos. También se utilizaban en las tareas del hogar, especialmente en la limpieza de escaleras, portales y otros anexos a las casas de pueblo.
La obra está realizada con pequeñas ramas de brezo, sometidas a un proceso de desecación durante un periodo de al menos mes y medio. Según afirma el artesano, la especie apropiada para la confección es el “biércol” o “berocillo”. Nombre un tanto controvertido, que se aplica por igual para designar vernáculamente a las distintas especies de brezos que se encuadran en los géneros botánicos Erica y Calluna. Parece ser que dicha acepción también se ha empleado para reunir bajo el mismo nombre vulgar aquellos ejemplares de brezo que ostentan una talla más bien reducida, independientemente de que se trate de especies diferentes o con distintos portes naturales. Por contra, las plantas que poseen mayor estatura y una ramificación más desarrollada suelen recibir la denominación autóctona de “berozos”.
Paisaje florido a mediados de verano. El brezal de Erica vagans prefiere los pastizales frescos así como los linderos y claros forestales. Sus flores ostentan un importante valor melífero, adornando el paisaje cuando el resto de la vegetación se encuentra seca o agostada.
1. Recolectado el material vegetal con las medidas adecuadas, éste pasa a deshidratarse durante un periodo de tiempo de mes y medio. Para ir moldeando la forma del cepillo, conviene hacer una pequeña gavilla o manojo ayudándonos de una cuerda.
2. Para sujetar el cepillo y darle la forma definitiva, se utiliza un alambre fino y flexible. A continuación se hace un primer enrosque y seguidamente, con el alambre en tensión amarrado por uno de sus extremos, vamos enrollando la pequeña paca de ramas de brezo. De esta forma, la base de la precursora gavilla queda atenazada y terminada.
3. Luego, como elemento opresor, con el mismo alambre se hace otro enrolle en la parte media del cepillo, pero en este caso la tensión solicitada no debe ser tan fuerte. Basta con hacerlo manualmente.
4. Se recortan los extremos del cepillo.
5. Como mástil se emplea una rama apical de un pino o abeto, denominada “palanca” en el argot local. Madera adecuada por su correcta rectitud y suma ligereza. También pueden utilizarse ramas rectilíneas de otros árboles como fresnos, arces o acebos. Se afila la punta de uno de los extremos del palo, sirviéndonos de un hacha de mano. Lijamos y pulimos restos de corteza y nudos.
6. Literalmente hincamos la gavilla en el afilado palo, dando golpes secos en el suelo por extremo opuesto del mismo. Es sumamente importante que la penetración se haga lo más aproximada al centro de la base del cepillo, pues tal circunstancia llega a influir de forma decisiva en las posteriores labores de barrido. Después clavamos una pequeña punta cercana a la base del mismo cepillo, una vez hincado en el palo. De esta manera afianzamos el amarre entre ambos.
7. Según aconseja el maestro la labor de barrido ha de hacerse en las dos direcciones, para que la punta del cepillo no coja “vicio” y termine por doblarse muy pronto.
NATURMENDI says
Tuve la suerte de tener como familiar a mi tío Pablo. Un santanderino de Cieza (Cantabria) que sin estudios oficiales era un libro abierto. Auténtico catedrático en el conocimiento de la naturaleza humana y de la Naturaleza en general. También le tocó vivir la Guerra Civil y sus consecuencias. Y sus opiniones y consejos los tomaba como perlas de sabiduría.
Cuantas tardes iba al monte y bajaba brezo para hacer escobas. El sistema era idéntico al que nos muestras de Jose Antonio, solo que el mango era generalmente de castaño (como las estacas, pero esa es otra historia).
Lo que habré barrido con esas escobas de brezo, que con el uso el brezo desaparecía quedando una especie de muñón unido al mango.
Afortunadamente sigue habiendo "Pablos" y "Jose Antonios" por esos mundos.
Gracias por traer este retazo de lo que hoy se llamaría etnobotánica, pero que mi caso es un maravilloso recuerdo que pese a los años transcurridos consigue emocionar el ver un reportaje sobre… escobas de brezo.
Un abrazo.
Marisa says
Que interesante entrada Juan, yo ya sé de uno que me va a hacer una buena escoba jeje o al menos doy fé de que lo va a intentar.
Un besooo
Juan José says
La desconocida esencia de las cosas bonitas.
Juan José says
Que se aplique, sólo tiene que seguir los pasos. Estoy seguro que con su buen hacer el resultado final será estupendo.
Escuadrón Rapador Bo bobo says
solo un video explicativo superaría al post
Marta Crespo says
Tengo el orgullo de ser la hija de Antonio Crespo.
Gracias por este excelente artículo realizado…
Mañana 11 de febrero y el 13 jueves, se emitirá en el programa de La 1, “Aquí la Tierra”, un reportaje de “El maestro de las escobas”
Juan José Arguisjuela says
Entre otras muchas cosas, un Hombre de Campo, Marta. Ése es tu padre. Disfrutaremos un ratito con él, que no te quepa duda…
Un saludo.