La Foz de Lumbier compone una espectacular garganta fluvial cuya localización queda ceñida al sector suroccidental del la Sierra de Leyre, formando parte de las primeras estribaciones del prepirineo navarro. Sus acantilados calizos han sido esculpidos durante milenios por las aguas del río Irati, que descienden caudalosas desde el famoso bosque situado en el húmedo norte navarro.
En términos legales, su marco territorial cuenta con la categoría de protección de Reserva Natural, declarada en el año 1987, por la que se salvaguardan 44,78 ha de terreno. Como no podía dejar de ser, dicho espacio protegido también se encuentra catalogado como Zona Especial de Protección para las Aves (Z.E.P.A), propuesta al amparo de la Directiva europea 79/409/CEE. El inestimable ecosistema ribereño que conforman las aguas del río Irati a su paso por la foz, constituye además un Lugar de Importancia Comunitaria (L.I.C), en el que también se incluyen los cauces de los ríos Urrobi y Erro. En la actualidad, esta ZEPA y LIC, forman parte de la figura de protección a nivel europeo ZEC o Zona de Especial Conservación, incluida dentro de los espacios naturales navarros que articulan la más conocida Red Natura 2000.
Foz de Lumbier, atravesada en primavera por las turbias aguas del río Irati. Al fondo se aprecian los restos del derruido Puente del Diablo.
Montañosos promontorios calizos conforman las estribaciones de la Sierra de Leyre. En la ZEPA de los Acantilados de La Piedra y San Adrián, crían abundantes especies de aves rapaces.
Existe un segundo recorrido circular que está señalizado con marcas blancas y verdes. Bordea la foz por una de sus laderas adyacentes y regresa en sentido contrario, por el interior de la garganta. Su longitud es de poco más de 6 kilómetros, con un escaso desnivel de 175 metros.
Observando los verticales precipicios que rematan las paredes de esta foz, podemos disfrutar también de la patente tonalidad anaranjada que notablemente nos ofrecen sus toscos afloramientos rocosos. Vislumbrantes y cálidos matices arcillosos que se abigarran con el dominante blanco grisáceo de las altas moles calizas, enmascarándose, a su vez, bajo un oscuro mosaico vertical de verdosa vegetación mediterránea.
Geomorfología agreste en los acantilados de Lumbier. La erosión diferencial de las calizas genera las típicas brechas, diaclasas, extraplomos y covachones; valioso refugio para la flora y fauna rupestre.
La historia geológica que subyace bajo este singular enclave, nos revela que sus empinados cantiles calcáreos llevan siendo tallados indeleblemente desde el antiguo periodo Cretácico, durante millones de años, a consecuencia de la acción erosiva de las aguas del río Irati. La potencia disolvente de este río pirenaico se magnifica poco antes de llegar a la foz, tras recibir las aguas del río Salazar, a la altura de la localidad de Lumbier (ver mapas).
A través de sus 1.300 metros de acantilado, podemos divisar polimórficas grietas y covachones, a los que podemos sumar abruptos resaltes y extraplomos, orificios varios que eficazmente sirven como morada a un amplio repertorio de aves rupícolas. Exclusiva avifauna que demanda de estos hábitats rocosos su principal medio de cría, refugio y avituallamiento.
La encina continental Quercus ilex subsp. ballota aparece en las situaciones más expuestas y desfavorables, mientras que la encina cantábrica o alsina Q. ilex subsp. ilex establece particulares núcleos relictos, acantonándose en las fajas y vetas del farallón. Algunos ejemplares de roble pubescente o de Martinenc Quercus pubescens (sin. Q. humilis), consiguen sobresalir a través de la intricada floresta que aporta carrascal. En sus facies más degradadas nos topamos con un coscojar-enebral espeso y enmarañado, regentado por la coscoja Quercus coccifera y el enebro de la miera Juniperus oxycedrus. Otros arbustos y matas acompañantes son el boj Buxus sempervirens, la aulaga Genista scorpius, el jazmín Jasminum fruticans, la cornicabra Pistacia terebinthus, el aladierno Rhamnus alaternus, el tomillo vulgar Thymus vulgaris, el espliego Lavandula latifolia, la garbancillera Ononis fruticosa… Entre las albas calizas despuntan las siluetas redondeadas y oscuras de las sabina mora Juniperus phoenicia y de la escasa efedra o trompetera Ephedra major. Otro arbustillo que tipifica el biotopo de una buena parte de las montañas calizas submediterráneas del nordeste peninsular, es la rosácea Spiraea hypericifolia subsp. obovata, vulgarmente llamada espirea o cornicabrilla. Como kapiestra también se la conoce en varias comarcas navarras.
Ejemplar de roble pubescente Quercus humilis. Esta especie se asemeja mucho al roble quegijo o enciniego, pero los lóbulos de sus hojas son más redondeados y menos punzantes.
La enorme colección de pequeñas florecillas que se desarrollan bajo este de tipo de ambiente cálido y seco resulta increíble, especialmente durante los meses de mayo y junio. La variada presencia de suelos calizos, dolomíticos, margosos, arcillosos o incluso yesosos favorece tal efecto. Un impresionante cromatismo floral resalta vistosamente sobre los esqueléticos claros que se despliegan a través del malezal del monte bajo. Las inclinadas y limpias pedreras que flanquean al cañón, son capaces de mantener férreos ejemplos de vida vegetal, ingeniosamente adaptados a las arduas condiciones impuestas por la compacta roca inerte.
Florida policromía primaveral sobre los suelos secos y pedregosos del cañón de Lumbier.
Durante nuestro recorrido también observamos el delicado jacinto Brimeura amethystina, para el que se han descrito unas pocas poblaciones escasas y aisladas, únicas en el ámbito europeo (Pirineos, Mallorca, Sierras Litorales Catalanas, Balcanes). Orchis simia es una orquídea poco abundante que se restringe al noreste peninsular y que cuenta con varias poblaciones estables dentro de este espacio protegido. La misma, se caracteriza por los llamativos ápices doblados que curiosamente presenta su pétalo central labelar. Pudimos ver que compartía hábitat con las más frecuentes Orchis purpurea, Anacamptis pyramidalis, Ophrys scolopax y O. lutea.
Orchis simia es una rara orquídea silvestre cuyas poblaciones únicamente aparecen distribuidas por el cuadrante nororiental de la península.
En el tomillar asentado sobre arcillas y yesos pudimos contemplar espléndidas comunidades de Aphyllanthes monspeliensis, Thalictrum tuberosum, Euphorbia serrata, E. terracina, Allium roseum, Astragalus incanus, Linum narbonense,…Entre las praderas de anuales destellaba el fulgor rojizo de las solitarias flores de la almorta de monte o gálgana Lathyrus cicera, muy común en barbechos, herbazales, márgenes de cultivos y cunetas.
Delicadas flores de Jacinto pirenaico Brimeura amethystina.
Almorta de monte Lathyrus cicera.
El ajo de culebra Allium roseum coloniza suelos calizos en ambientes xéricos.
Leves rachas de viento, zarandeaban los largos y flexibles tallos de la ranunculácea Thalictrum tuberosum.
En los márgenes del cauce fluvial prospera una lustrosa arboleda ribereña, en la que crecen, bien regados, abundantes chopos, álamos, sauces, saúcos, olmos, fresnos y avellanos. Sus integrantes se mezclan con las comunidades vegetales que se desarrollan a pie de cantil. En estos enclaves, el ambiente protector de las paredes rocosas es aprovechado por numerosos tilos, arces, acirones, tejos y guillomos.
Bosque galería en los márgenes del río Irati a su paso por la Foz de Lumbier.
Junto a la cercana Foz de Arbayún, en Lumbier habita una de las mayores poblaciones de buitres leonados de las montañas pirenaicas.
Como el resto de sus parientes córvidos, las chovas piquirrojas se emparejan de por vida. Cada pareja cría formando un grupo colonial junto a otras parejas de chovas. Entonces, los bandos familiares llegan a ser muy numerosos. Emiten constantemente un graznido lastimero, audible y característico.
Bulliciosas poblaciones de chovas piquirrojas y grajillas forman notables algarabías que retumban contra los muros del desfiladero. El insigne roquero solitario, con su atuendo azul metalizado, suele vigilar altivo desde los salientes más elevados. Vencejos reales y aviones roqueros ofrecen magníficas acrobacias aéreas, con esmerados y medidos vuelos que sortean ágilmente los afilados riscos pétreos. Abajo, en el pulcro río, es posible disfrutar de las frenéticas exhibiciones náuticas que nos llegan a brindar el martín pescador, la lavandera cascadeña o el mirlo acuático.
Un lugar apacible, bellísimo y muy accesible para visitar en familia. Magnífico punto de encuentro para los amantes de los ríos, las aves y la flora mediterránea.
Deja una respuesta