Durante la excursión del pasado fin de semana, un grupo senderista vallisoletano tuvo la ocasión de conocer, acompañados por Silvestres, el prístino Barranco del Ortigal. Acaso uno de los valles de montaña más hermosos y salvajes de la Sierra de La Demanda riojana, cuyos múltiples regatos fluviales se impulsan vertiginosos desde las altas cimas alpinas; resonantes y sinuosos, describiendo una hosca orografía montana. Un escabroso relieve de pendientes accidentadas, ásperas y exigentes. De terraplenes y escombreras glaciares. De tupidos bosques atlánticos. De terrenos inaccesibles muy difíciles de alcanzar. Decorando todo ello una discordante cresta divisoria, paradójicamente suave y alomada, articulada en torno a las solemnes cimas que Necutia (2.026 m), El Pino o Espelcia (2.006 m), Collado Blanco o Domingo Pedro (1.959 m) y Mochitegutia (2.024 m).
Contrafuertes boscosos en la cabecera del Ortigal. Arriba, a la izquierda, tenemos el Peñón de Espelcia o El Pino. A la derecha, cima de Necutia oculta tras las nieblas.
En un primer momento, la salida estaba organizada para los valles de Menarez y Ayabarrena, con ascensión a la Majada de las Cenáticas, saliendo desde aldea de Zaldierna y finalizando en la de Posadas. Pero unas operaciones forestales de corta y extracción de madera, llevadas a cabo en el pinar de Arrobia, iban a dificultar el desarrollo normal del recorrido. Así que, en último instante, decidimos que modificar su trazado al completo, decantándonos por la siempre apetecible zona de El Ortigal.
En la misma base de los quebrados montes del Ortigal, queda inscrita una poderosa red fluvial, alimentada por profusos arroyos que descienden zigzagueando desde los niveles más elevados de la ibérica riojana. Su brioso caudal se incrementa ostensiblemente tras recibir las aguas afluentes de las torrenteras de Pura, El Pino, Landarrute y Valle Lajunza. En el tramo alto que abastece a la cuenca principal, también podemos disfrutar de la maravillosa y fotogénica “Cola de caballo del Ortigal“. Un estrepitoso salto de agua que se reparte a lo largo de varias cascadas escalonadas y que es conocido popularmente bajo el topónimo de los Chorretes de Necutia. El mismo, se encuentra situado a una cota considerable, próximo a los 1600 m de altura, donde finalizan los bosques de hayas y se da paso a una topografía de altura, modelada a través de una clásica sucesión de antiguos nichos u hoyas glaciares cuaternarios.
Chorretes de Necutia o Cola de Caballo del Ortigal, bien cargados a comienzos de la estación primaveral. Bajo opinión de muchos, una de las cascadas más hermosas y fotogénicas del valle del Alto Oja.
Si algo podemos destacar de este extraordinario paraje natural, es el buen estado de conservación que presentan sus jóvenes masas arboladas. Con el paso de los años, hayedos y bosques mixtos han ido renaciendo paulatinamente, ellos solos, a costa de los espacios deforestados vencidos al matorral. De esta forma, podemos ver como el predominio exclusivo de brezos y escobas comienza a debilitarse tras continuados años de incendios y sobrepastoreo.
El brezo rubio o rubión Erica australis ocupa amplias zonas degradadas entre las pendientes laderas de El Ortigal. Sustituye al hayedo tras sucesivas cortas, incendios y sobrepastoreo. En nombre de rubión proviene del color amarillo cobrizo que tiende a teñir sus flores cuando éstas comienzan a secarse sobre la misma planta.
En la actualidad, en el área del Ortigal podemos contemplar vigorosos bosques húmedos caducifolios, característicos de la región eurosiberiana, que se entremezclan con pequeñas repoblaciones de pino silvestre y abeto de Douglas, revistiendo apreciables extensiones de terreno. El marco paisajístico es inmejorable. Su escaso grado de alteración, nos permite disfrutar de una reconstrucción aproximada de lo que en su día pudieron ser los primitivos bosques vírgenes que cubrieron por completo este valioso espacio forestal.
Su escarpado relieve, aislamiento y complicado acceso, ha permitido la conservación de una inestimable muestra de especies arbóreas, tras largos años de sobreexplotación humana, guareciéndose hasta nuestros días en pequeñas depresiones escondidas o bien en lo más profundo de barrancos alejados. En estos mismos parajes, se ha logrado mantener una reducida corte de ejemplares maduros, árboles padre que con su acción progenitora han favorecido el reciente proceso de colonización de la cubierta arbórea. En la Hoya de Musquilzalaya o en algunas zonas remotas de los montes Guirindoia o Pura, es posible que no haya pisado el hombre desde hace décadas.
No obstante, cabe mencionar que estos montes tampoco fueron ajenos a las últimas intervenciones de corta que se llevaron a cabo por la industria maderera de Ezcaray, acontecidas durante la segunda mitad del siglo pasado, y que afectaron mayoritariamente a la superficie del hayedo. Prueba de ello, son las desdibujadas trochas o vías de saca que escalan hasta las Majadas de Pura y El Pino. A los márgenes de las mismas, podemos distinguir los tocones descompuestos de las grandes hayas que en su día fueron taladas para abastecer la fabricación del mueble rústico de Ezcaray. Parece ser que para el desembosque de las trozas más grandes, se instaló un ingenioso sistema de cableado y poleas, mediante el cual se arrastraban los troncos colgados, semisuspendidos ladera abajo.
La recuperación espontánea del bosque caducifolio autóctono ha sido evidente durante estas últimas décadas de control y protección del patrimonio forestal. Bajo la cuerda de Necutia, observamos el Pico El Regatillo, desde donde partía, surcando la umbría, la ancestral Vereda del Infierno.
La actividad minera que explotó estos montes también fue importante desde mediados del siglo XVIII hasta comienzos del XX. Un ejemplo gráfico son las numerosas sendas que descienden serpenteando desde abruptos parajes en los que antaño se perforaron recónditas galerías. Del interior de las Minas del Ortigal se extraía, entre otros elementos minerales, siderita. Un carbonato de hierro del grupo de la calcita, muy apreciado por llegar a depositar estimables cantidades del mencionado metal. Entonces, las copiosas cargas eran transportadas desde estos recónditos lugares aupadas en mulas de carga, para seguidamente ser conducidas hasta la ferrería de Posadas, donde se practicaban las tareas de fundido y purificación de componentes. En la Mina Bajera de Guirindoia, se aprecian los restos ruinosos de los antiguos barracones donde se alojaba el personal trabajador de la mina. Del tétrico interior de la bocamina, mana una serena corriente de agua, que se mantiene viva durante todo el año. Por su soledad y belleza, el enclave resulta sobrecogedor.
Mina Bajera de Gurindoia, situada en un recóndito paraje del Barrancos de El Ortigal.
Alguno de los mejores bosques de la Sierra de La Demanda riojana, se refugian en las inaccesibles laderas que flanquean el Barranco de El Ortigal. En primer término, frondoso hayedo revistiendo el Monte Pura.
En los noventa, un grave incendio forestal calcinó una buena parte de la margen derecha de este valle. Afortunadamente, las llamas progresaron hacia las zonas más altas de la ladera, afectando en su mayoría a repoblaciones con pinos jóvenes, implantados sobre las solanas de Espolvoluna y Los Carneros. La parte baja del barranco se libró de la quema, manteniéndose como refugio para salvaguarda de la vegetación autóctona original, constituida en este caso por bosques mixtos de frondosas. Formaciones que, hoy en día, se extiende con rapidez de manera espontánea, ocupando vaguadas y barrancos sobre suelos húmedos y profundos. Recientemente, otro incendio provocado en el años 2009 también hizo peligrar la integridad de este monumental valle boscoso. En este caso, un primer ataque organizado de manera precisa por los medios aéreos de extinción, evitó que el frente del fuego pudiera adentrarse en el interior del preciado barranco.
Otro interesante apunte que destaca sobre el terreno, es la historia de un fallido plan que se llevó a cabo para intentar la reintroducción del urogallo, promovido por el antiguo ICONA. El proyecto procuró desarrollarse hace unos treinta años y su finalidad perseguía recuperar de la extinción a la emblemática ave de bosque, desaparecida de los montes de La Demanda comienzos del siglo XIX. En un principio se construyeron unos cercados con casetas de madera, que después serían utilizados como centro de cría y aclimatación de la especie en el propio barranco de El Ortigal, como paso previo a la puesta en libertad de ejemplares adultos. El desconocimiento y la escasez de medios técnicos y económicos impidió la consecución de semejante aspiración.
Antiguos cercones empleados para la reintroducción del Urogallo en la Sierra de La Demanda. Recientemente alguien ha retirado los restos que quedaban del vallado.
Saliendo desde la aldea de Posadas, realizamos el primer tramo del recorrido por una vieja y todavía bien conservada vía pecuaria. Cañada que en tiempos pasados se utilizó para comunicar el tránsito ganadero procedente de las dos vertientes de la serranía demandesa, riojana y burgalesa. Este amplio y herboso camino, lo encontramos adornado por una brillante aglomeración de botones de oro Ranunculus sp. acompañados por incontables jacintos de bosque Hyacinthoides non-scripta, aguileñas Aquilegia vulgaris y estrelladas Stellaria holostea. Después de una breve parada de aclimatación y tras degustar las refrescantes aguas de la Fuente de Los Yuberos, emprendimos la incursión hacia los salvajes dominios del barranco.
La aguileña Aquilegia vulgaris frecuenta los lindes frescos y herbosos de los bosques. Es quizá una de la flores silvestres más vistosas y fotogénicas del Alto Oja. Sus espolones florales recurvados hacia atrás, recuerdan a las garras afiladas de un águila, de ahí el origen que se otorga a su nombre científico, relativo al “Aquila”=águila.
Arroyo de El Ortigal, desde el Puente La Presa. Inicio de la ruta que asciende por el barranco. En realidad, el arroyo del Ortigal, desemboca en el Oja unos kilómetros más abajo de este punto, en las inmediaciones del Prado Canilla.
En la primera etapa del recorrido, es sendero discurre adyacente al río, por su margen izquierdo.
En las orillas del arroyo pudimos observar algunas muestras de comunidades de plantas megafórbicas, con especies típicas como la amapola amarilla Meconopsis cambrica, la valeriana del pirineo Valeriana pyrenaica o la lúzula silvestre Luzula sylvatica. Dicho tecnicismo botánico, traducido del griego, vendría a significar: “mega”= grande y “forbia”=hierba, haciendo alusión a grandes plantas herbáceas que crecen en los ambientes umbrosos y frescos de los bosques. Muchos de sus integrantes habituales suelen estar asociados a microambientes hiperhúmedos, donde aprovechan la saturación hídrica de la atmósfera que se produce con motivo de la salpicadura de las corrientes y cascadas de los ríos.
La amapola amarilla Meconopsis cambrica coloniza las orillas de los torrentes umbrosos de montaña. Decora excelentes composiciones fotográficas a la vera de los arroyos.
Hasta el collado de Arguibia la subida fue breve pero progresiva. Antes se efectuó una visita optativa al Haya de los Pastores o también denominada Haya de Arguibia. Se trata de un añoso Árbol Singular Catalogado, cuya edad se estima superior a los 450 años. En la base de su grueso tronco descabezado, encontramos una amplia oquedad en la que más o menos llega a caber una persona menuda, algo agachada. Según cuentan las historias, dicho hueco era utilizado como refugio o chozo de los pastores de cabras, en especial durante los duros momentos de adversidad meteorológica que con frecuencia se daban en la montaña. En su interior, también se llegó a ocultar a las jóvenes reses recién nacidas, para protegerlas de los frecuentes ataques del lobo, cuando el temido cánido todavía campeaba por estos lares.
Otro espectacular ejemplar de Fagus lo podemos hallar un poco más adelante en el camino. Su corpulento y musgoso tronco aparece magistralmente tendido, más bien suspendido, guardando equilibrio sobre las corrientes del río.
En vez de realizar el recorrido tradicional rectilíneo; con subida a la cola de caballo, majadas y portillo de Necutia, previamente giramos a la izquierda, poco después de alcanzar el paraje de la Cerrada Somera del Ortigal. Para así, completar otro desconocido trayecto alternativo, muy bonito y que va bordeando, entre bosques, toda la cabecera del barranco por su parte alta.
Un oculto sendero de subida nos condujo hasta el punto de cota máxima del itinerario, abrigados entre densas arboledas; el Colladito de Espelcia a 1456 metros de altura, situado bajo el peñón homónimo o también denominado Peñón de El Pino. Desde este hito obtuvimos una excelente panorámica del grandilocuente valle, tremendo, vastamente dispuesto a nuestros pies. Seguidamente, nos adentramos en los Montes de El Pino y Pura, fascinados por sus dilatados e inhóspitos hayedos de montaña. Tras un breve parón para comer, reiniciamos el camino, ya de regreso, descendiendo por una estrecha senda pedregosa que conduce hasta el Hayedito de Chorzalaya y que termina muriendo en los restos de su vieja majada derruida, difíciles de apreciar a día de hoy. A partir de este punto, sobre una amplia pista, continuamos unos kilómetros de bajada hasta encontrarnos con un irrelevante desvío a mano derecha, coincidiendo con la primera curva cerrada de la mencionada trocha. Desde aquí, un breve repecho, y pronto nos situaríamos en lo alto del Collado de Mocerespura, en mi opinión, por su cuidado y genuino paisaje, el mejor mirador natural que define al completo la grandiosidad del barranco de El Ortigal. Para concluir y tras alucinar con las impresionantes vistas, tomamos la preciosa senda aérea que lleva hasta el área de Mochitia, surcando la Solana de Espolvoluna, para acabar descendiendo a Posadas por el adyacente valle de Altuzarra.
Momento de descanso acompañados por las bonitas vistas que se alcanzan desde el Colladito de Espelcia.
Durante el descenso, en la linde de una repoblación de pino silvestre, pudimos distinguir la fructificación de numerosos carpóforos de la especie primaveral Gyromitra sculenta, coloquialmente conocida por el nombre de falsa colmenilla o Bonete, aunque en realidad este último calificativo se aplica de forma genérica para designar por igual a otras especies próximas del género Helvella. Este hongo ascomiceto, aparece ligado a los bosques de coníferas montanos, sintiendo predilección por los emplazamientos con suelo arenoso. Normalmente se cría en los márgenes y claros herbosos del bosque, a veces, irrumpiendo masivamente sobre la tierra de las pistas y cortafuegos forestales, en los que el suelo se ve removido por la acción de la maquinaria de corta y arrastre de madera. Esta peculiar seta con aspecto cerebriforme, contiene la toxina giromitrina (comprobar cuadro toxicológico). Además se le atribuyen ciertas propiedades cancerígenas, por las que se su consumo queda totalmente desaconsejado. Algunas personas todavía la continúan degustando, bien deshidratada o tras un concienzudo proceso de hervido.
La falsa colmenilla Gyromitra sculenta se desarrolla en los bosques de coníferas montanos. Es una seta primaveral relativamente frecuente en los espacios naturales del Alto Oja.
Pareja de sapo común Bufo spinulosus, sorprendida en la intimidad.
Un total de 17,5 kilómetros con un desnivel acumulado de 650 metros. A pesar del mal tiempo pronosticado, la meteorología nos sonrió durante la mayor parte de la marcha. No llovió a ratos, pero con temperaturas suaves. Gracias a esto, al magnífico entorno y a nuestra compañía atenta, este fantástico grupo de montañeros quedó plácidamente encantado. Agradable experiencia que sin duda alguna invitará a más personas a seguir descubriendo las maravillas naturales que, como en el caso del Barranco de El Ortigal, nos obsequia la Sierra de La Demanda riojana.
Cuenco labrado sobre la piedra, para recibir las aguas de la Fuente de Mochitia.
El tejo Taxus baccata es otra de las especies autóctonas que se encuentra en pleno proceso de recuperación y expansión forestal. En las inmediaciones de El Ortigal, se conserva la mayor concentración de tejos en toda la comarca del Alto Oja y, posiblemente también, una de las más numerosas de La Rioja. A menudo, sus oscuras siluetas sobresalen altivas entre los monótonos grises de las pizarras y cuarcitas.
Alfredo Ayarza Tuydela says
Seria interesante reflejar la ruta con mapa, gracias.
Juan José Arguisjuela says
Hola Alfredo, parte de este recorrido se encuentra ahora en mal estado de conservación. Cuando se retomen la labores de limpieza y se adecue correctamente el trazado colgaré información cartográfica para que la gente pueda realizar este bonito itinerario de montaña.
Un saludo
JUAN