Aunque durante estos días fríos y grises no lleguemos a percibirlo, poco a poco iremos intuyendo el latido de la cercana época primaveral que se avecina. Al compás de las primeras entonaciones sonoras emitidas por la fauna aviar, emergerán por igual las primeras hierbas silvestres, adueñándose de los linderos y las claridades forestales. Se trata de la denominada flora vernal o primaveral, propia de la suave estación que se aproxima.

Así pues, la valía de este grupo de vegetales podemos decir que es encomiable. Y ésto es debido a que ingeniosamente han sabido sincronizar uno de sus momentos biológicos anuales más importantes, el de la reproducción, al efímero intervalo de bonanza climática que se produce entre los últimos días de invierno y la aparición de las hojas nuevas del arbolado que, como ya hemos dicho, las aporta protección, pero que también es capaz de sumirlas en una densa penumbra competitiva. Oscuridad que terminará por ralentizar el resto de sus funciones vitales a lo largo del año que sigue. Unas funciones que exclusivamente se limitarán a un pausado almacenaje de sustancias de reserva bajo el denso follaje del bosque.

A comienzos de la primavera, si nos acercamos a cualquier bosque de hayas en el entorno del valle del Oja, podremos apreciar las boyantes poblaciones de la hierba eléboro que se desarrollan protegidas al albergo del sotobosque, formando densos tapices como los que cubren este rodal en el barranco Escátique, montes de Santurdejo.
En nuestro entorno, durante estas mismas fechas, podemos toparnos con dos especies de eléboro silvestre relativamente fáciles de distinguir. Por un lado encontramos al eléboro fétido Helleborus foetidus L. y por otro tenemos al eléboro verde Helleborus viridis L. Observemos pues sus principales diferencias a partir de varias imágenes descriptivas; en especial a través de sus hojas, flores y medio de vida.
1. HOJAS: En ambas especies las hojas son de tipo palmaticompuestas, es decir, compuestas o divididas, con forma de palma abierta. Cada dígito se corresponde con un folíolo que representa cada una de las porciones en que se divide dicha hoja compuesta. En este caso, como puede apreciarse en la imagen, cada uno de estos segmentos guarda una morfología alargada-lanceolada, con forma de lanza apuntada. Sus márgenes son ligeramente aserrados. Por su aspecto, suelen recordar a la icónica hoja de la marihuana.
ELÉBORO FÉTIDO: Las hojas se presentan formado una roseta basal en la parte intermedia del tallo. Surgiendo del mismo nivel y conformando un único plano horizontal. Son de color verde oscuro. Con folíolos más estrechos, de consistencia coriácea.
ELÉBORO FÉTIDO: Hojas en roseta basal, más oscuras y endurecidas. La cepa de esta planta llega presentar cierto grado de lignificación. La misma se prolonga a través de un corto rizoma subterráneo. Tras la floración, las hojas y tallo suelen persistir durante un año más en la planta sin descomponerse.


ELÉBORO VERDE: Hojas no dispuestas en roseta, más claras y tiernas. El cuello del rizoma subterráneo no presenta consistencia leñosa.
2. FLORES: En ambas especies los pétalos están reducidos a pequeños tubos nectaríferos, que poseen dos ligeros labios en su parte superior. Se localizan en la base de un numeroso conjunto de estambres, formando una distintiva corona circular. Por su parte, los sépalos se muestran superdesarrollados, por lo que se suelen confundir con los pétalos. Una vez efectuada la fecundación, los pétalos y estambres se secan y terminan desprendiéndose de la planta, los sépalos persisten.


ELÉBORO FÉTIDO: Flores más numerosas y cerradas, con forma de campanilla. El ápice de los sépalos está coloreado de rojo-púrpura. En la imagen observamos el fruto maduro. Se denomina polifolículo y se compone de tres folículos que se disponen coronados por un ápice picudo. El folículo es un tipo de fruto seco que se abre por una única sutura central. Su interior engendra un elevado número de semillas diminutas.


ELÉBORO VERDE: Flores más abiertas, con sépalos patentes. Sin ápices púrpuras. Los folículos tienen un tamaño más reducido.
3. HÁBITAT: Los eléboros son especies que viven cercanas a los bosques y sus claridades. Aparecen en sus linderos, entre matorrales y setos, en praderas protegidas, a lo largo de los caminos, etc.

ELÉBORO FÉTIDO: Vive en situaciones más expuestas y soleadas. Sobre suelos de naturaleza calcárea, secos y rocosos. En orlas y claros de quejigares, carrascales y hayedos. También bajo matorrales poco densos, cerca de senderos y caminos. Asciende menos en altura. En la foto se aprecian bien los ápices color púrpura de los sépalos.

ELÉBORO VERDE: Vive en condiciones de semisombra. Sobre suelos frescos de bosque ricos en materia orgánica, donde coloniza vaguadas y depresiones. Frecuente en hayedos, robledales y pinares umbríos. También habita matorrales, setos y pastizales húmedos. Es indiferente a las condiciones químicas del suelo, aunque rehuye de los suelos excesivamente ácidos. Asciende hasta cotas más elevadas. En la península medra la subespecie o raza geográfica occidentalis (Reut.) Schiffn., que alcanza una distribución sur-occidental en el continente europeo.
El eléboro es planta tóxica evitada por los animales fitófagos. Su ingesta puede provocar graves alteraciones digestivas, convulsiones, arritmia, adormecimiento y trastornos cardíacos. Las sustancias que lo provocan son la heleborina y la heleboreína, con potentes efectos cardiotónicos. En la antigüedad, se utilizaba con frecuencia en medicina veterinaria para “purificar” la sangre de las reses. También como abortivo. El cocimiento de sus tallos y hojas en fresco se empleó para curar heridas y golpes de animales, mediante el popular y extendido remedio de mermasangres. En la actualidad se cultiva para abastecer a la industria farmacológica.
Como amuleto terapéutico, contra los dolores de muelas, cabeza o garganta, se usaban las hojitas frescas o los restos de la raíz que se portaban colgados en el cuello o en una bolsita de tela en el interior del bolsillo. En las casa se incineraban restos de la planta para que el fuerte olor provocara la expulsión de las ratas, las moscas u otro tipo de males. Es una especie de gran importancia melífera, debido a la precocidad de su época de floración. Los abejorros del género Bombus hacen buen acopio de su valioso néctar durante las primeras jornadas primaverales, cuando apenas disponen de otros recursos. La diseminación de sus pequeñas semillas es mirmecócora y se lleva cabo por las hormigas.
Uno de sus nombres vernáculos más generalizados es el de hierba ballestera, pues los antiguos nativos solían emplear los componentes tóxicos de esta planta para envenenar la punta de las flechas en momentos de confrontación tribal. Dependiendo de la región geográfica, ha recibido otras calificaciones como llavera, bileño, vedegambre fétido, lecherina, pie de grifo… El término llavera es debido a que se la tiene por una de las primeras plantas que “abre” la puerta del nuevo año, floreciendo en las Pascuas navideñas. En la comarca del Alto Oja he podido recopilar la designación local de renabario.

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SALUDOS DESDE EZCARAY.