EL ALTO NAJERILLA, SIN LUGAR A DISCUSIÓN, condensa algunas de las montañas más hermosas y desconocidas de la Ibérica riojana. Como ocurre habitualmente, el colectivo montañero suele centrar sus anhelos o planificaciones en conseguir hollar las cumbres más prominentes y representativas de cada cordillera. Es el caso de la recurrente atención que aquí suscitan los célebres Picos de Urbión, La Demanda con su San Lorenzo o Cameros con la altiplanicie de Cebollera, y que casualmente, en su conjunto, enmarcan la totalidad de la cabecera del río Najerilla a lo largo de sus imponentes interfluvios meridionales, occidentales y orientales, respectivamente.
Pero las vivas aguas que confluyen en el caudaloso Najerilla esconden mucho más de lo esperado. Discretos montes cuyas quebradas laderas caen a pico sobre profundos barrancos que socavan la corteza metamórfica, bosques inexpugnables encaramados a umbrías feroces y solitarias, derruidos apriscos, tenadas y majadas, históricas minas y serpenteantes cañadas pecuarias,…Vestigios, todo ello, de un desvencijado legado cultural y paisajístico; otrora fructífero, desangelado hoy y muy distinto del que nos podríamos imaginar antaño aguas arriba del bien conocido municipio de Anguiano.
Entorno y vistas desde el Barranco Rigüelo, revelando la fisonomía deshabitada y salvaje del Alto Najerilla.
El aislamiento insalvable que desde siempre ha mantenido dispersos a sus reducidos núcleos rurales, su dificultad de acceso e incomunicación, son factores que, unidos a una escasa o inadecuada promoción turística regional, han contribuido a potenciar ese abandono sostenido y calamitoso y que, por igual, se ha venido a adueñar de otros tantos terrazgos desolados que se asignan a la España Vacía. Ostracismo recalcitrante que, a estas alturas, se cierne sin remedio sobre una exigua población serrana senescente, omitida, desprovista de servicios básicos y también de oportunidades.
Pero la indignación quizá esperó demasiado tiempo en manifestarse. Clamor que se despereza tarde frente a una procaz indiferencia social convocada con descaro desde alejamiento urbano. Es la agonía del silencio administrativo. De falaces voluntades de progreso que sucumben ante la inoperancia más supina. Sin embargo, una reticente ofensiva contra la ruina y el desarraigo territorial, todavía mantiene vivas y unidas a las últimas gentes que orgullosas cohabitan los confines perdidos del Alto Najerilla, sabedoras de la inherente riqueza en recursos naturales y/o patrimoniales que acaudalan sus queridos montes y pueblos natales ¿Hasta cuándo podrán seguir resistiendo?
Tenadas abandonadas, en fase de ruina, reflejan el esplendor de otros tiempos pasados. Esta escena es un continuo que se multiplica a través de numerosos montes, majadas y cañadas, perdidos hoy entre las espesuras inhóspitas del Alto Najerilla. Derribados corrales junto a la memorable Mina de San Román, Barranco Calamantío.
No podemos negar que semejante percepción de lejanía o solitud, también logra cautivar la recreación de todo aquel que, venido de fuera y soslayando el tenso resentimiento que suscita el inexorable éxodo rural, admira perplejo la grandiosidad montañosa que se despliega ante sus ojos, erigiéndose gloriosa hacia ambos lados de la sinuosa carretera que conduce estrecha hacia Las Siete Villas. Sorteando el vaivén de sus indecibles curvas cerradas, procuramos asimilar como a nuestro paso, de horizonte a horizonte, comienza a elevarse toda una profusión de montes salvajes y poderosos. Un paraíso terrenal donde la veterana huella del hombre se desvanece a la sombra de acerados peñascos y marañas boscosas, contribuyendo así a perfilar esa imagen indómita e incívica que tiende a idealizar a los últimos reductos deshumanizados que subsisten en el Planeta. Un vasto panorama desertado, invicto, que poco a poco cede terreno y da un respiro a la Naturaleza materna original. Cobijando a las últimas estirpes silvestres que rehúsan a desaparecer. Regenerándose airoso al margen de las directrices humanas, ahora sin vías ni fórmulas numéricas preconcebidas que logren salvar del olvido a esta genuina tierra riojana distanciada del mordaz impacto civilizador.
Silueta del monte Cerro Urbaña o La Moraza, desde el cruce hacia el Monasterio de Valvanera. La antecima de la izquierda, se corresponde con la pequeña cresta rocosa de Las Puertas. Separando ambas elevaciones, distinguimos perfectamente la cortante depresión conocida por el topónimo de El Poyo.
EN BUSCA DE UNA MONTAÑA
LA ESCENA SE HACE MÁS GRANDE Y SE MAGNIFICA, cuando tras pasar el conocido cruce que desvía una carreterilla hacia el Monasterio de Valvanera, divisamos al fondo, sobre la sección longitudinal del valle Najerilla, la solemne cumbre que dibuja la totalidad del Cerro Urbaña. Y es que Urbaña, ni con mucho supone la mayor elevación que culmina este sector occidental de la camerana Sierra de Castejón. Tampoco ascender hasta su cima entraña dificultades a mayores, pues existe una pista forestal que desde la localidad de Ventrosa de La Sierra favorece el acceso hasta lo más alto del cordal, donde se edifican una antena de telecomunicaciones en compañía de una torre de vigilancia de incendios forestales. Entonces, ¿qué es lo podría suscitar nuestra atención o interés por explorar más a fondo los parajes recónditos que se esconden tras este regio monte?
Localización del monte Cerro Urbaña. Cartografía topográfica y relieve. Fuente Geovisor IDErioja.
Grandes cuencas y laceradas divisorias modelan una orografía accidentada, característica del monte Urbaña. Sobre el relieve, llama también la atención el curso meandriforme que describe el río Najerilla, con las típicas islas o meandros sinuosos, fruto de los duros estratos de cuarcitas que flanquean sus orillas.
Vista desde el pico Gomare, o bien desde la triple cúspide del Cabezo del Santo, Urbaña se nos presenta como una montaña hosca y masiva, de inabarcables dimensiones. Un monitoreo rápido sobre plano, ofrece una primera impresión del notorio relieve topográfico que circunscribe a esta insigne pirámide paleozoica. Medimos en distancia reducida y, a grosso modo, anotamos que su modesta superficie rebasa las 2.500 ha holgadamente. Las Burbañas, como igualmente son nombradas por los serranos, se ubican dentro del Termino Municipal de Ventrosa de La Sierra, aunque cabe mencionar que la cercana población de Brieva de Cameros posee derecho a pasto en determinados pagos de la umbría.
Gravitando en solitario sobre el flanco oeste de la citada Sierra de Castejón, sus empinados muros cuarcíticos permanecen encajados a lo largo del barranco del río Brieva, por el este. Mientras que ha sido el propio río Najerilla, el encargado de tallar la gigantesca vertiente rocosa que visa al noroeste. La línea que traza la carretera comarcal que, desde Las Viniegras, conduce hasta la localidad de Ventrosa de La Sierra, para después proseguir por la Cañada Real de Las Siete Villas dirección Brieva de Cameros, deslindaría el macizo por su cara meridional.
Panorámica del cordal de Cerro Urbaña desde el Pico Gomare. Vertiente noroccidental.
Panorámica del cordal de Cerro Urbaña desde Brieva de Cameros. Vertiente oriental.
¿POR QUÉ SUBIR? ¿POR QUÉ PODRÍA RESULTARNOS ATRACTIVA ESTA MONTAÑA?
ME GUSTA CERRO URBAÑA YA QUE, en esencia, se trata de una montaña poco visitada y conversada entre los foráneos. Su factible ascensión nos deleita con fantásticas vistas, sazonadas por unos paisajes sublimes de contrastes inimaginables. Sus rotundos muros pedregosos no se hallan poblados por bosques dilatados, como por el contrario ocurre en otros barrancos y montes aledaños. Sí destacan algunos pequeños reductos arbóreos situados en las umbrías, guarecidos entre insalvables cantiles. Arboledas que se expanden en la actualidad gracias al cese de la ganadería extensiva y la retirada de los últimos cultivos de subsistencia. Es el caso del lustroso bosque mixto que coloniza el paraje de El Monte o de los antiguos encinares adehesados de La Redrovilla. En las áreas cimeras existen varias reforestaciones jóvenes, plantadas de pino silvestre. Escobonales y brezales altos recubren densamente y sin cuartel el resto de sus demarcaciones, haciéndolo impracticable y hostil para todo aquel que valore el coste de la delicada indumentaria de monte que se fabrica hoy en día.
En el paraje de El Monte, se propaga un magnífico bosque mixto caducifolio en el que podemos contabilizar todas las especies de frondosas que habitan en el Alto Najerilla. A través de la intrincada arboleda, todavía se atisban las repisas abancaladas de viejos cultivos desparecidos. En la majada de La Retuerte, se conserva una de las típicas chozas que se empleaban para guardar a los cochinos en montanera. Sorprenden las enormes lastras de piedra que rudimentariamente techan esta añeja construcción pastoril. En la imagen derecha, tenéis uno de los grandes tilos trasmochos que sobreviven diseminados en dicho bosque, con la copa invadida por el muérdago. La frescura de esta umbría, en la que brotan numerosas fuentes, también permite la coexistencia de especies higrófilas como hayas, robles albares, arces campestres y de Montpellier, fresnos de montaña y de hoja estrecha, cerezos silvestres, olmos de montaña, avellanos y un largo etcétera.
El carasol de Urbaña, acoge una interesante muestra de lo que en su día fue una dehesa arbolada de encinas. Corpulentos ejemplares, con signos de haber sido podados, se presentan como fehacientes testigos del aprovechamiento silvopastoral bajo el que los vecinos de Ventrosa administraban este histórico monte comunal, pródigo en pastos, leñas y bellota para la cría de ganado. En la vertiente norte, sobre los riscos de Sobizarre, encontramos un tipo de encinar montano, mucho más agreste y asilvestrado.
Rumbo a la cima, los diversos paisajes geológicos ganan protagonismo según vamos sondeando el horizonte. Sobre La Cumbre, nombre vernáculo bajo el cual los ventrosinos designan al cerro, observamos una ligera cobertera de areniscas rojas que se entremezclan con pizarras y esquistos ordovícicos. En relación con esto, un paquete de esquistos y cuarcitas plegados genera el resalte pétreo que aflora junto a Peña La Moraza, topónimo por el que también se conoce al punto de máxima elevación que remata esta cornisa, según aparece reflejado en ciertos artículos divulgativos. La cresta de roca que conforma el hombro saliente de Las Puertas, atiende a la misma configuración litológica. Dicen que su nombre proviene de una brecha natural que, seccionando el muro, permitía el secular paso de personas y ganados hacia el área cumbreña. Cimentando la base de Urbaña, enormes bloques de cuarcitas cámbricas se levantan y fracturan ostensiblemente, advirtiéndonos sobre una orografía áspera y complicada.
Estratificaciones con esquistos y areniscas rojizas en las inmediaciones de la cumbre, superponiéndose sobre los materiales más antiguos que constituyen el viejo zócalo metamórfico sobre el que se establece este monte. A la derecha de la torreta de incendios, despunta el promontorio rocoso de Peña La Moraza.
Desde el observatorio de La Cumbre, hacia el noroeste, divisamos con claridad los efectos tectónicos de una extensa falla que se prolonga por toda la falda del monte Gomare. Puede apreciarse cómo la drástica elevación de una aflorante alineación de esquistos, pizarras y cuarcitas paleozoicos, provoca la típica divergencia topográfica que resalta el terreno.
Una amplia porción de La Sierra de Castejón se define por sus montes rasos y austeros, cubiertos por praderíos y estepas alpinas, herencia de una desaparecida actividad ganadera trashumante. Dicha campiña, descansa sobre materiales sedimentarios de origen Jurásico, integrados por calizas, dolomías y arcillas cuya máxima expresión se denota en los cortados de Peña Escalera y del río Brieva. A la derecha, despunta la elegante cumbre del Cabezo del Santo, considerado por muchos la montaña más bella de La Rioja. Abajo, en el fondo del barranco, se refugia el caserío de Brieva de Cameros.
ESCUDRIÑAR LA MONTAÑA
RECOPILANDO LA ESCASA INFORMACIÓN QUE EXISTE sobre posibles ascensiones, cotejando tracks, leyendo reseñas y demás publicaciones, me dio la impresión de que la mayor parte de las iniciativas deciden acometerse siempre por la más amable cara sur, partiendo fácilmente desde la localidad de Ventrosa de La Sierra o bien desde la vecina Brieva de Cameros; rebasando el collado de El Palo, Cerro Tajariñas y, desde esta cota, directos al cordal cimero. Se trata de vías más o menos asequibles, convencionales, que todo el mundo solemos descargar o compartir en las plataformas de trekking virtuales. Pero, ¿qué pasa con las veredas o senderos históricos no identificados y que sólo conocen los naturales del lugar? ¿Seguirán perdurando conectando los auténticos pasos tradicionales de montaña? ¿Acaso pueden ignorarse relegándose al olvido? Afortunadamente, esta problemática no atañe al Cerro Urbaña. Aún sobreviven alternativas. Estudiarlas, evaluarlas y explorarlas, de la mejor manera posible, constituye una de las tareas que más me apasionan de mi trabajo. Requiriendo no pocas horas de mapeo previo en gabinete, a las que se añaden arduas jornadas de prospecciones sobre el terreno, ante todo si no se dispone de un contacto local de confianza que te revele el rumbo y los puntos estratégicos que acotan cada recorrido.
Hermosa cresta de Las Burbañas, con espectaculares vistas sobre el Alto Najerilla. A la derecha, se expande el piedemonte de la Sierra de La Demanda, desaguando a través de las angostas canales de los ríos Gatón, Cambrones, Calamantío y Rigüelo. La lámina de agua estancada en el centro, señala la ubicación del Pantano de Mansilla. A la izquierda, logra distinguirse el alto cinturón que conforma la Sierra de Neila entroncando con Los Picos de Urbión hacia el este.
La mayoría de las veces, el bienintencionado propósito de recuperar una ruta antigua se enfrenta a la hiriente realidad que supone su acallado abandono. Exceptuando contadas ocasiones, tamaño esfuerzo obtiene pronto su recompensa mediata. Así es como se nos delata el rastro de viejos senderos embrozados. Estrechos caminos de pico y pala, descarriadas cañadas de herradura, guardando discretos la honorable pista de nuestros antepasados. Una vez pateados, se abre, por ende, la posibilidad de enlazar unos tramos con otros, cerrando preciosos itinerarios circulares de montaña, más completos, atractivos y originales que los que suelen ofrecernos las clásicas aplicaciones informáticas de montaña. Bastan unas sensatas dotes de investigación táctica y curiosidad audaz para que, no sin poca intuición, podáis montaros vuestra propia aventura. Yo así lo proyecté para subir por primera vez al cerro Urbaña; consiguiendo como resultado, un emocionante recorrido circular que pisa la cima y a la vez rodea el colosal macizo surcando sus apoteósicos cuatro costados.
Recorrido propuesto. 27,5 km / 1.300 m +. Si empleamos un Geovisor y realizamos un barrido aéreo del terreno, rápidamente podremos comprobar en el mismo numerosas trazas de senderos, trochas o caminos que aparecen más o menos marcados entre la vegetación.
Las opciones de cumbre pueden ser variadas, más aún, si se discuten o proponen por los lugareños que conocen al dedillo el entramado de pasadas y vericuetos que se adentran en lo más profundo del monte. Hablo de ganaderos, cazadores, forestales u otros habitantes nativos que también disfrutan paseando por estos eriales despoblados, salvaguardando la preservación secreta de esta valiosa red inédita de veredas ancestrales.
BREVE RESEÑA DEL RECORRIDO
Partiendo desde la carretera comarcal LR-113, salvamos el Najerilla por el emblemático Puente de La Hiedra, para proseguir por el camino viejo que conduce a Ventrosa de La Sierra, internándonos en el variopinto bosque mixto que tapiza la zona forestal de El Monte. El arbolado termina justo en el área cortafuegos de Villolancina. Continuamos caminado entonces, cambiando de vertiente y pasando por La Cruz, y de ahí, a través de los encinares de La Redrovilla, dirección a las Peñas Erezuelas. Desde este punto, enfilamos divisoria arriba por el mentado cortafuegos, superamos un tramo de pista forestal y por la cresta de Las Burbañas, poco a poco, hasta lo alto del cerro. Fácil y evidente. Aquí toca disfrutar de las esplendentes panorámicas que se columbran desde tan magnífico oteadero. Tentempié, unas foticos y para abajo; en busca de la senda bajera que circunda a la montaña ¡Atención! pues la travesía aún continúa siendo larga y exigente, acumulando desniveles y salvando un terreno más técnico y pedregoso. Tal empeño bien merece la pena, ya que transitaremos aislados cruzando los espectaculares entornos de Ojo Rubio, Sobizarre o El Poyo. Voluptuosos paredones y vaguadas profundas que apuntalan los contrafuertes de esta sensacional cumbre riojana.
Recorrido propuesto. 27,5 km / 1.300 m +. Para mayor seguridad, es preciso revisar los diferentes vuelos fotográficos del PNOA, con el fin de comparar visualizaciones más precisas así como la evolución y mantenimiento de la trayectoria de las distintas sendas a lo largo del tiempo.
Puente de La Hiedra, vadeando las espléndidas aguas del río Najerilla. Desde el término de La Cruz, se percibe un magnífico escenario con Viniegra de Abajo y la Venta de Goyo ocupando el fondo de valle.
En la mayor parte de la umbría, la traza del sendero todavía se marca bastante bien. Atended a los pequeños tocones que aparecen en las inmediaciones de la caja, seccionados a raíz de las últimas operaciones de limpieza.
Estrecha vira, sorteando un farallón de roca. Pequeñas albarradas de piedra en seco, mantienen viva la auténtica esencia de este viejo sendero de cabras e intrépidos arrieros.
Para terminar, al tratarse de un sendero no oficial, sin señalizar ni balizar, es mejor que veles por tu seguridad atendiendo a los siguientes consejos:
BIBLIOGRAFÍA
*Si visitáis la web oficial del municipio de Ventrosa de La Sierra, podréis recabar una jugosa información a raíz de un fantástico trabajo de recopilación de topónimos locales. Lo tenéis digitalizado en el citado servidor o bien podéis adquirirlo en formato papel bajo el título de: Comemitu-La Palangana. La toponimia de Ventrosa según la tradición oral, de los autores Roberto López Aredio y Enrique Pascual Galilea. Felicitarles desde aquí, por tan valioso aporte cultural y etnográfico.
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