Conscientes del retraso, nuestro primer post del año pretende hacer un guiño a la formidable transformación que experimenta la alta montaña de Ezcaray tras sufrir la llegada del primer episodio de frío invernal. Una apariencia bien distinta a la que habitualmente nos podemos encontrar durante otras épocas del año, pero sutilmente bella en cuanto a formas y colorido se refiere.
Después de una temporada pasada muy irregular, parece ser que este invierno de 2015 comienza saludándonos con el mejor de sus semblantes. Una primera nevadita que ha llegado a alcanzar cotas relativamente bajas, anegando buena parte de los espacios que se localizan en las zonas más bajas y allanadas del valle del Oja. Esta feliz circunstancia nos recuerda a que todavía vivimos en un pueblo de alta montaña que se halla ubicado en el norte peninsular; donde la nieve y el hielo deberían hacer acto de presencia cada invierno que transcurre. Todo ello, claro está, bajo “condiciones normales”.
Sin embargo, mucha gente empieza a ser conocedora de la progresiva alteración que está sufriendo el panorama climático mundial. Ése frágil escenario ambiental en el que todos nos hallamos inmersos. Reputados estudios científicos así nos lo intentan transmitir, por lo menos con cierta asiduidad, cada vez que es detectada la más mínima perturbación. Aunque, como ya os podéis imaginar, son los medios de comunicación los que después se encargan de suministrar la información a cuenta gotas, siempre difusa y a conveniencia de terceros. De filtrar resultados restándoles trascendencia, simplemente porque forman parte de otra apática noticia que no tiene por qué interesar al público en general.
Así es. El clima que gravita sobre nuestras cabezas está empezando a excitarse poco a poco. Y no se debe exclusivamente a causas naturales, sino que empieza a ser ya una consecuencia directa de nuestra propia actividad. De nuestra galopante forma de vida ilimitada, basada en un consumo exacerbado, y de la que, por supuesto, no pretendo quedar excluido. En estos momentos, considero que llevamos un ritmo muy acelerado. Por no decir casi frenético. En el que las paradas contemplativas no están permitidas y mucho menos las miradas hacia atrás. Siempre sumisos para adelante, inconscientes, sin tiempo para reflexionar. Sin rumbo fijo…
Los datos recopilados por la comunidad científica apuntan hacia paulatino cambio en la tendencia atmosférica planetaria, exponencialmente negativo en lo que respecta a un ascenso térmico global. Variación que en unos pocos años podría poner en riesgo un valioso recurso natural y también económico como es la nieve, afectando de este modo a una buena parte de las poblaciones rurales que dependen de este apreciado bien para subsistir. El agua, en forma de lluvia o nieve, junto con la acción del sol, se considera un elemento insustituible en los ciclos ambientales que modulan el funcionamiento de los ecosistemas, beneficiando la existencia de las especies vivas que los pueblan. Ezcaray no es ajeno a este problema. Como localidad turística de montaña, la mayor parte su flujo capital se halla directamente relacionado con el tiempo meteorológico que haga en cualquiera de sus estaciones anuales. Así, la inestimable reserva hídrica que, entre otras muchas cosas, nos calma la sed y mantiene a nuestro entorno en un más que aceptable estado de salud, depende por completo de la precipitación en forma de nieve que se acumule durante la estación invernal. Es simple y llano de entender.
Los previsiones a largo plazo son complejas de diagnosticar, a pesar de que hoy en día los servicios meteorológicos disponen de la tecnología más puntera y avanzada. La inseguridad siempre es plausible, tanto para los legos como para los científicos más experimentados. Lo modelos matemáticos a veces aciertan y otras no. No obstante, según lo reflejado por los últimos datos, parece ser que los signos que evidencian el cambio cada vez son más reconocibles, evolucionando si acaso a un ritmo mucho más acelerado de lo previsto por los expertos.
¿Qué nos deparará este invierno que se avecina? ¿Y el próximo? Son cuestiones cotidianas que cada vez resultan más difíciles de esclarecer. Aún así, todavía poseemos un veraz aliado en la naturaleza que podría resultarnos muy útil, proporcionándonos honestamente las pistas suficientes para desentrañar tales incertidumbres. Quiero referirme al propio medio ambiente que nos envuelve. Dichas distorsiones pueden resultar muy leves y pasajeras para la manera que tenemos de percibir la realidad como especie, pero están ahí, ocurriendo con el paso de los días. Nuestros antepasados así lo hacían; interpretaban el entorno cercano para lograr anticiparse a toda suerte de acontecimientos, y así poder sobrevivir. Y mirar hasta dónde hemos llegado. Todo lo que hemos alcanzado. Rindamos pues un mero acto de reconocimiento y atención. Prestemos un mínimo de inquietud por comprender lo que verdaderamente sucede en el insólito ámbito que nos rodea. De conectar y sentirnos parte de lo que indisolublemente formamos parte.
Tras estos párrafos de reflexión, como siempre me dedico a presentaros un alusivo pase de diapositivas. En este caso mostraremos la faceta más invernal de la alta montaña de Ezcaray. Demostrando que por aquí todavía llega nevar con ciertas ganas, aunque cada vez resulte más esporádico. Exponiendo la nieve como recurso natural y también turístico y recreativo.
Asimismo, desde Silvestres pretendemos descubriros las placenteras delicias que atesora nuestro maravilloso entorno natural y animaros a que si algún día tenéis la oportunidad os acerquéis a visitar esta fabulosa tierra riojana. Sin duda no os decepcionará.
Cumbres de la Sierra de La Demanda tras el paso de un fuerte temporal. La nieve como principal agente modelador del paisaje de montaña. Febrero de 2014.
Imponentes siluetas de abetos y hayas nevados. La nieve como elemento protector de la vegetación frente a las bajas temperaturas invernales. Valle de Turza, marzo de 2008.

Aldea de Turza con buen espesor de nieve. La nieve es paisaje. Marzo de 2008.

Grupo de acebos espolvoreados con una ligera capa de nieve. Este tupido arbolillo perennifolio brinda un excelente refugio a la fauna silvestre durante los momentos más crudos del invierno. Gracias a su excelente cobertura, la temperatura que mantiene en su interior puede ser de varios grados más alta que la externa. Marzo de 2008.

El silencio del invierno se apodera de nuestros bosques más apartados. La nieve como elemento protector frente a la erosión y las pérdidas de suelo en las vertientes inclinadas de la montaña. Hayedos de La Polvorosa en el Puerto de La Demanda.

Panorámica desde el puerto de La Demanda, zona de La Polvorosa. La nieve oxigena la atmósfera y purifica el ambiente. Marzo de 2014.

Hayedo nevado de Alcaira. La nieve como reservorio hidrológico de las cabeceras de las cuecas fluviales. Febrero de 2014.
Monte San Lorenzo con todo su esplendor invernal, desde el collado de Ormazal. La nieve como recurso turístico y recreativo.
Cordal de la Sierra de La Demanda de Ezcaray, desde el monte Colocobia. La nieve como singular motivo de la fotografía. Diciembre de 2013.
Pico Otero con un gran ventisquero orientado hacia el circo de Escorlacia. Nieve protectora de la montaña. Febrero de 2014.
Vertiginoso acúmulo de nieve sobre la arista del Cervunal. Febrero de 2014.
Así se nos presenta la Sierra de La Demanda tras el paso de una gran nevada. La nieve formando porte del ciclo hidrológico que regula el caudal de los cursos fluviales. Febrero de 2014.

Bonita silueta nívea de La Cuña. La nieve reflejando la radiación incidente.

Estalactitas de hielo. El arte escultórico del hielo. Arroyo de Sagastaia en el valle de Turza. Diciembre de 2013.
El sobrecogedor silencio del bosque helado. Sendero de La Nevera. Diciembre de 2013.
Inolvidable momento en el que los hielos del arroyo de Usaya reflejan la cálida luz del atardecer.
Jardines y paseo del río en Ezcaray. Despertarse y toparse con esta imagen a primera hora del día es algo que no tiene precio. Marzo de 2013.
Santuario de Allende. Qué delicia verlo así de nevado. Febrero de 2015.
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