Sierra Nevada representa el máximo exponente de la alta montaña mediterránea, dentro de la amplia gama de escenarios naturales con los que siempre nos deleita la heterogénea geografía Ibérica. Su emblemática divisoria de cumbres, se embellece por una espléndida colección de paisajes y variopintos ecosistemas alpinos, distintivos y únicos del sur peninsular, por lo que merecidamente se les ha otorgado el triple galardón de Reserva de la Biosfera (1986), Parque Natural (1989) y Parque Nacional (1999). ¡Ahí es nada! Prestigiosas condecoraciones, que hacen de este territorio meridional un lugar extraordinario para conocer y aprender un poquito más acerca de la historia, cultura y necesidad de conservación que, por su extrema fragilidad, precisan todas nuestras queridas áreas de montaña.
Las estribaciones de Sierra Nevada no solamente son conocidas por su afamada estación de esquí invernal. Veintisiete picos que se elevan por encima los tres mil metros de altura, según enumera una clasificación informal, atestiguan la grandiosidad y dimensión orográfica que atesora este imponente sector del Sistema Penibético andaluz; prolongándose su cuerda a lo largo de más de 80 kilómetros de este a oeste, a caballo entre las provincias de Almería y Granada, respectivamente. Y sí, así es; en el sur de España también existen grandes y preciosas montañas por descubrir y patear.
La vertiente granadida occidental, es la que acapara una topografía más acentuada y escarpada, aglutinando el sobresaliente grupo de los tres miles; con la hipnótica silueta del Veleta, Mulhacén y Alcazaba recortando la azulada bóveda celeste, visible desde cualquier punto cardinal de las alturas. Llama constantemente la atención, que haya sido el agua, torrencial o en forma de bloque de hielo, el elemento que providencialmente se ha encargado de tallar y moldear el contorno arisco y monumental que enaltece a este vasto santuario de roca, con su peculiar aspecto tosco y desolado, tan disyunto y a salvo de la domesticada civilidad humana.
De izquierda a derecha, las principales moles de Sierra Nevada: Alcazaba 3.364 m, Mulhacén 3.469 m, Puntal de La Caldera 3.219 m, Cerro de Los Machos 3.327 m y Veleta 3.395 m.
Solo basta con romper a caminar, con ascender un poco y vislumbrar a través del brillo que refulge desde los micasesquistos plateados que laceran estos paisajes antiguos, cómo una exclusiva y delicada trama de vidas se desenvuelve airosa remontando hasta lo más alto del yermo páramo cacuminal. Es, bajo este cíngulo de piedra estéril, rebasando el horizonte de los 2.000 metros, donde se desarrollan las más apasionantes y excepcionales historias evolutivas. Ostensible ejemplo de supervivencia y de adaptación biológica ante la dureza de unas condiciones extremas. La soledad y aislamiento como fervientes mecanismos de incesante transformación; fiel reflejo de una rica biodiversidad endémica, exclusiva de estas tundras y desiertos fríos inalterados.
La cumbres de Sierra Nevada albergan un importante número de especies endémicas, exclusivas de unos peculiares hábitats alpinos mediterráneos. Es el caso del saltamontes áptero: Eumigus rubioi. Este raro ortóptero se reproduce en los borreguiles y pedreras por encima de los 2.000 metros de altura. El ejemplar que se muestra en la imagen, se corresponde con una hembra; reconocible por sus verdes colores crípticos, su largo abdomen y sus alas vestigiales remarcadas por una línea vertical blanca.
Vuelvo al líquido elemento para revelar y dotar de sentido a nuestra primera incursión a través de los paraísos oníricos que generosamente nos brinda la exultante cordillera de Sierra Nevada; La sierra del sol y la nieve, como así se acuñaba en las viejas crónicas árabes de la remota Edad Media. El agua nival, como agente disruptivo que cincela y perfila sugestivas formas y resaltes; como indispensable recurso hídrico ligado a una valiosa herencia cultural musulmana impecablemente ideada en los albores del siglo IX.
El agua de fusión de nieve, se ha venido reconduciendo regularmente mediante ingeniosas acequias de careo, con el objeto de mantener constantemente empapados los pastizales y majadas de montaña durante la época seca del estío. El método está basado en un sistema de derrame e inundación gravitacional, impulsado cuando, las mentadas zanjas de desagüe, alcanzan el pico de caudal tras iniciarse el periodo ordinario de deshielo.
De las acequias principales o de careo, el agua pasa a los canales de riego situados en cotas más bajas , y de estos, a irrigar las fincas áridas del fondo de valle. Según datos de la Junta de Andalucía, en Sierra Nevada hay cerca de unos 3.000 kilómetros de acequias inventariadas, considerándose, junto a las redes alto-andinas de Ecuador y Perú, el dispositivo seminatural para la recarga de acuíferos subterráneos más antiguo del que se tiene registro. A parte de su innegable valor cultural o estético, estos “caminos del agua” también cumplen un imprescindible papel como corredores ecológicos; favoreciendo el flujo de especies y conectando hábitats o ecosistemas situados a diferente nivel altimétrico. Acequia de careo en la Hoya de La Alberca.
Son muchos y variados los itinerarios que siguiendo la huella del agua, nos conducen hasta los rincones más soberbios y espectaculares que retratan a este espacio natural protegido. Desde las tradicionales acequias que recogen las corrientes del Lanjarón, el Poqueira o Siete Lagunas, en el flanco meridional alpujarreño, hasta las genuinas canalizaciones de careo que regulan y reconducen las fuentes y manantiales de nieve que alimentan la impresionante cabecera del río Genil, repartidas por la cara norte del macizo,…como reputados ejemplos entre cientos de kilómetros más.
LAVADEROS DE LA REINA. LOS CAMINOS DEL AGUA
La sugerente Acequia de Papeles o Acequia del Tío Papeles toma su agua del arroyo de Las Covatillas o río Maitena, que a su vez nace en las Chorreras Negras o Lavaderos de la Reina. El paraje resulta de admirable belleza, dados los múltiples elementos naturales, culturales e históricos que lo enjoyan y decoran. Bajo las enormes cimas del Puntal de Los Cuartos (3.154 m) y el Puntal de los Cervatillos (3.115 m), se despliega el escalonado circo de origen glaciar por el que fluyen las tumultuosas aguas de deshielo. Un pintoresco paisaje de montaña nutrido por vigorosos saltos de agua o chorreras, ventisqueros, lagunas, bolos de roca y jugosos prados verdes que se ven refrescados por la propia salpicadura de las corrientes acaudaladas.
El deshielo estival alienta la danza de estos sonoros torrentes de montaña.
La denominación de Lavaderos de La Reina hace referencia a la Reina Fabiola de Bélgica, que se enamoró de este fotogénico lugar visitándolo en numerosas ocasiones. Se dice que en una de sus excursiones, al comentarle que a las chorreras se las llamaba localmente lavaderos, exclamó:
“Si una reina viniese a lavar aquí, ganaría en nobleza”.
Desde entonces el Circo de las Covatillas comenzó a conocerse como Lavaderos de la Reina, hasta convertirse en la actualidad en una de las rutas de senderismo más bonitas y enigmáticas de Sierra Nevada.
Abiertas panorámicas sobre el Circo de Las Covatillas, con los oscuros escarpes del Puntal de Los Cervatillos o Tajos Negros erigidos sobre el farallón de fondo. Los borreguiles se identifican con las praderas verdes y húmedas por donde suelen fluir los arroyos de montaña. Suponen un oasis verde en mitad del seco pedregal altimontano.
BREVE RESEÑA SOBRE LA RUTA
Para disfrutar de este bonito recorrido, el acceso ha de practicarse desde la localidad de Güejar Sierra, a través de un largo puerto conduciendo por una pista forestal, primero asfaltada y luego de tierra. ¡Ojo! ya que en algunos puntos el ancho de la calzada se estrecha demasiado, tanto como para que puedan caber dos vehículos en paralelo evitando rayar el borde mismo del precipicio. Por su parte, las enrevesadas curvas parecen no acabar nunca. No sin paciencia, despacito y con buena letra, en una hora larga arribamos hasta el requerido punto de partida.
El itinerario parte desde un aparcamiento habilitado en la Loma de Papeles, situado a más de 2.000 metros de altura. Comenzamos con un ascenso progresivo culminado en lo alto del Pico Papeles (2.424 m). A lo largo de todo este cordal, disfrutamos de unas excelentes panorámicas aéreas con el formidable séquito que conforman los colosos pétreos de Sierra Nevada, gravitando sobre los vertiginosos y profundos tajos que recortan la abrupta cuenca del río Genil.
La quebrada silueta lítica que describe el Pico Veleta se nos muestra embriagadora.
Joven cabra montés, oteando el pastadero desde su atalaya de roca.
Más de 2.000 especies de plantas componen la variada y rica flora de Sierra Nevada, entre las cuales se citan unos 86 endemismos. Vegetales que solo habitan en el contorno de estas montañas mediterráneas. Entre las fisuras de los esquistos, por encima de los 2.000 metros de altitud, rumbo a los Lavaderos de La Reina, encontramos: 1. Ranunculus acetosellifolius 2. Nevadensia purpurea 3. Viola crassiuscula 4. Chaenorhinum glareosum.
Continuamos la marcha, rebasando un pequeño collado en el que se ubica el Refugio de Peña Partida (abierto para 6 plazas vivac). Tras éste, la subida es constante surcando la amplia Loma de Maitena, hasta que alcanzamos la cornisa que corona el circo por su flanco occidental. Para bajar hasta la cubeta habrá que prestar atención según nos encontremos el estado de los ventisqueros (envergadura, pendiente y dureza de la nieve). Una vez dentro del formidable anfiteatro de roca, podremos contemplar su radiante rosario de cascadas y saborear el placentero borboteo que suscitan las enérgicas aguas centelleantes. Seguimos avanzando entusiasmados, nos queda la parte más bella del circuito. El sendero desciende ahora a la vera de las Chorreras de Las Covatillas; una alucinante sucesión de cataratas que se precipitan escalonadamente sorteando los depósitos morrénicos tras los que se cierra la depresión glaciar. La imagen nos resulta idílica, evocando la típica postal que esboza a las montañas del arco alpino.
Chorerras de Las Covatillas.
Chorerras de Las Covatillas.
La joven Sierra Nevada se elevó en el Terciario, durante el plegamiento alpino, hace unos 30 millones de años. Sobre sus laderas quebradas domina un manto de micaesquistos, cuarzoesquistos y cuarcitas metamórficas, de colores que van del gris oscuro al negro. Proceden de antiquísimas rocas sedimentarias, depositadas en medios Precámbricos hace más de 570 millones de años.
El último declive topográfico lo conforman las verdes praderas de la Hoya de La Alberca. Aquí los borreguiles o prados alpinos nevadenses alcanzan su máxima expresión. El verdor de su hierba se debe a que se mantienen húmedos durante todo el verano, al verse empapados una vez derretida la capa de nieve invernal, además de por la salpicadura hídrica que escurre desde las fuentes, manantiales y albercas de careo, ladera abajo. Razón por la que siempre se ubican en el entorno de las chorreras, arroyos, lagunas, turberas, rellanos u hondonadas glaciares.
Como el Edelweis lo es para los Alpes o Pirineos, la Estrella de las Nieves (Plantago nivalis) es el símbolo de la flora de Sierra Nevada. Esta pequeña hierba pelosa crece ceñida al suelo en las inmediaciones de los borreguiles o pastizales húmedos de la alta montaña. Se considera la flor del amor eterno: “Los enamorados las regalan para demostrar que su amor no se secará jamás, como las resistentes hojas de su estrella”. ¡Abstenerse de arrancar cualquier ejemplar!
Las turberas y herbazales alpinos encharcados, dan cobijo a comunidades florísticas altamente especializadas y de espectacular belleza. Algunas integrantes llamativas pueden ser la Genciana Azul (Gentiana serriae) y la Atrapamoscas (Pinguicola nevadensis) de Sierra Nevada.
Los borreguiles suponen la principal fuente de pastos para la ganadería extensiva trasterminante, especialmente de ganado bovino. Las vacadas ascienden desde las áreas bajas del valle para aprovechar el fresco pasto veraniego de las alturas.
La vaca Pajuna, es una raza autóctona, en peligro de extinción, distintiva de Sierra Nevada. Originalmente, se empleaba como ganado de tiro para labrar los bancales de cultivo que jalonaban las inclinadas vertientes de la sierra. Su menuda complexión le ha servido para adaptarse bien a las duras condiciones climáticas que imperan en la alta montaña mediterránea.
En el mes de junio, los pionarles que tapizan la alta sierra se animan con los dulces trinos y gorjeos de las alondras y los escribanos hortelanos.
Justo en este punto de recogida de aguas, se encuentra la toma de la Acequia de Papeles. A partir de aquí, solo nos queda seguir el trazado de la canal describiendo un trayecto, quizá más monótono, conduciéndonos hasta el punto de partida inicial situado junto al aparcamiento, y cerrando un recorrido circular de 19,5 kilómetros y 690 metros de desnivel acumulado en ascenso. Para orientaros, comparto track y representación en Google Earth a continuación:
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El olor penetrante, así como la dorada coloración de los piornos serranos, completan las delicias de esta exquisita ruta montañera.
ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS
https://www.desnivel.com/excursionismo/los-tresmiles-de-sierra-nevada/
http://www.conocetusfuentes.com/ficha_detalle_otros_tipos.php?id_fuente=535
https://www.granadahoy.com/una_gran_montana/Oasis-alto_0_1143786174.html
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