A continuación, os transcribimos el artículo que hemos preparado para la Revista Fuero del Alto Oja, con su texto íntegro acompañado de las fotos que por motivos de espacio no han podido incluirse en dicha publicación. Espero que os guste a todos.
“Comenzamos con ilusión esta nueva sección en la revista Fuero del Alto Oja, con el fin de incluir dentro de los valores recreativos y culturales del valle, otro elemento fundamental y que, a juicio de muchos, resulta de imperativa relevancia. Porque, no cabe duda que la exuberante Naturaleza que rodea a nuestro entorno, con sus artísticos paisajes y fecunda biodiversidad, ha de considerarse un bien de primerísimo orden. Un tesoro a salvaguardar a través de su cuidada promoción y vigilante preservación, en la que vecinos y foráneos hemos de tomar parte de forma inexcusable. En esta ocasión, aprovecharemos la oportunidad para hablaros de árboles y bosques, pues que sería de los montes riojanos sin la existencia ecuánime de estos vitales seres vegetales. Entre sus innumerables funciones ecológicas, forestales o sociales, sin irnos más lejos, a los árboles que prosperan cercanos a nuestras localidades les debemos, y precisamente ahora, que las noches estivales se nos revelen más frescas y placenteras, que el aire que respiramos se nos obsequie puro y transparente, que la calidad y el suministro del agua que bebemos sean continuos y saludables, que la sensación de paz y tranquilidad nos vuelva a reconfortar cuando caminamos bajo su protectora floresta,…y así un larguísimo etcétera.
Arboledas mixtas en el valle del Alto Oja, con predominio de serbales y mostajos, colonizando los brezales degradados en la linde de hayedos y abetales de repoblación. Frondoso y reluciente verdor primaveral.
En nuestro Valle Verde, aparte de hayas, robles o fresnos, también existen otros arbolillos autóctonos de notorio interés forestal y paisajístico. Sus manifestaciones en el Alto Oja no constituyen bosques o masas arbóreas de gran extensión, pero sí llegan a conformar vistosas arboledas mixtas en combinación con otras frondosas atlánticas de montaña, otorgando a nuestros montes la notable diversidad vegetal y ecológica que los caracteriza. En este orden, podríamos enumerar un sinnúmero de planifolios, pues el agraciado catálogo es de lo más rico y variopinto. Sin embargo, en este breve artículo procuraremos ser más pragmáticos, centrándonos únicamente en tres tipos de árboles, fáciles de observar y reconocer por todos. Para no liar demasiado la manta, atendiendo a lo primordial y que os sea así de provecho en vuestras próximas excursiones por los bosques de la Sierra de La Demanda.
¿SABÉIS QUÉ ESPECIES DE SERBALES HABITAN EN EL ALTO OJA?
Si preguntáis a los habitantes de las aldeas o pueblitos del Alto Oja en alusión a la planta del serbal, cabe la posibilidad de que no les suene tal denominación. Pero si citáis la palabra mosquijo o cervillejo, rápidamente sabrán indicaros nutridas ubicaciones donde estos pequeños árboles crecen y se desarrollan desde tiempos inmemoriales. Revisando la toponimia local, podemos comprobar la existencia pretérita de sendas frondosas a lo largo y ancho de los predios del valle, esbozando si acaso una profusa área de distribución comarcal. Así, el paraje de El Mosquijo aparece situado en la solana del valle de Turza, dentro del Pago de Balanegra. El Mosquijal se emplaza en la umbría del barranco Beneguerra, aguas arriba de la aldea de Urdanta. El arcaísmo o antigua designación del pico de El Hombre parece ser que era Siete Mosquejos del que probablemente derivó el Siete Mosquinos que se muestra reflejado en la cartografía de 1955 del Instituto Geográfico y Catastral. Por igual, en lo alto del valle de Ayabarrena, encontramos un hayedo que los lugareños han denominado desde antaño Monte El Cervillano. Cervitia, es otro enclave por encima de Posadas donde abundan de sobremanera los serbales, etc., etc…Constatado queda. Una valiosa fuente documental y de testimonios que ratifica mediante inestimables fitotopónimos el protagonismo, un tanto subordinado, que los serbales han tenido y siguen teniendo para la flora demandesa.
A comienzos de agosto, los frutillos del serbal de los cazadores comienzan a adquirir su vistosa tonalidad anaranjada.
El género Sorbus fue creado por el botánico y explorador francés Joseph Pitton de Tournefort, allá por el siglo XVII, aunque se atribuye por términos legales al más conocido taxónomo sueco Carlos Linneo. Procede del latín, y por lo visto era así como los romanos denominaban en la antigüedad al Serbal. En el léxico general aparece bajo múltiples calificativos: serbal, zurbal, serbo, sorbo, mostajo, acerolo,… indistintamente, haciendo referencia a las diferentes especies que pueblan los arbolados ibéricos. Por otsa lizarra u otsa zuria, se conocen en lengua vasca. En su obra Flora Mayor, el ingeniero de montes Juan Ruiz de La Torre enumera hasta nueve especies de serbales para la península ibérica, incluyendo sus híbridos, de las que el investigador Gonzalo García Baquero llegó a clasificar hasta un número de tres dentro de la demarcación natural del Alto Oja. El último, acabaría reflejándolas en un dilatado Catálogo Florístico como fruto de su tesis doctoral para la Universidad del País Vasco, publicada en 2005. No obstante, cabe aportar que en estos últimos años he podido constatar la incorporación de otra nueva especie, cuya reducida abundancia debió pasar desapercibida en anteriores trabajos de inventariación florística ¿Os gustaría conocerlas? Pasemos pues a describirlas.
Los serbales forman parte de la familia de las Rosáceas. Se califican como arbustos o árboles caducifolios de talla media-baja, con corteza lisa, gris pardusca. En pro de la estructura y morfología de sus flores, quedan emparentados con los rosales, endrinos, majuelos, frambuesos, fresales, cerezos, manzanos y otros típicos frutales de hueso o pepita. La inflorescencia o conjunto de flores se dispone formando un corimbo, donde las diminutas flores blancas se instalan alternas a lo largo de un racimo, en el que acaban desplegándose todas ellas al mismo nivel, sobre un mismo plano. El fruto es un pomo rojo o pardusco, con semillitas en su interior, que recuerda a una pequeña manzana o pera. Es comestible y rico en vitamina C. De sabor muy astringente, por su riqueza en taninos. Se han empleado para elaborar compotas, salsas, vinos y licores. La madera se ha usado en ebanistería y para la fabricación de mangos y utensilios torneados. Es tenida por excelente carbón o combustible vegetal. La del serbal doméstico, con duramen rojizo, se cuenta entre una de las más valiosas de Europa, alcanzando el metro cúbico cifras próximas a los 24.000 euros, según autores. Los serbales son especies de crecimiento rápido al principio. Amantes de la luz. De tendencia pionera o colonizadora en la sucesión forestal. Su longevidad media se estima entre los 100 y 200 años, en función de la especie y el medio que habiten.
*Serbal de Los Cazadores (Sorbus aucuparia). Del latín “avis capere”=capturar aves, debido a que los cazadores se apostaban cerca de este árbol a la espera de que zorzales y mirlos acudiesen para alimentarse de sus nutritivos frutos otoñales. El cervillejo o capudre, como también es conocido en La Demanda burgalesa, posee las hojas imparipinnadas, compuestas por un número impar de pequeñas hojuelas o foliolos elípticos, con margen aserrado. Vive en las laderas frescas y pedregosas de montaña, por encima de los 1000 metros de altitud. Sobre suelos silíceos de composición ácida. Posee una gran resistencia al frío, siendo la especie arbórea que más sube en nuestro ámbito montañoso, llegando a sobrepasar la cota de los 2000 metros, en forma ya de arbusto tortuoso. En las inmediaciones del monte Dos Hermanas, rayando con la Provincia de Burgos, existe un añoso ejemplar que perfectamente podría catalogarse como Árbol Singular. Donde más abunda es en los bosques mixtos de la cabecera del Oja. Buenos rodales pueden contemplarse en las umbrías de Menarez, Usaya, Altuzarra, Ayabarrena, El Ortigal y Moreta, en la linde de hayedos, robledales y pinares de repoblación. A modo de curiosidad, el ácido sórbico (C6 H8 O2), utilizado como conservante alimentario y etiquetado como E-200, se aisló por primera vez a partir de los frutos de esta planta. También el sorbitol E-420, un polialcohol aplicado como edulcorante de alimentos dietéticos.
*Mostajo (Sorbus aria). Epíteto específico en referencia a los arios. Pueblo indoeuropeo al que se le atribuye el origen de los cánones de la belleza clásica, equiparándose a las albas y atractivas hojas que análogamente exhibe esta rosácea al poco de brotar. El mosquijo o mostellar se caracteriza por sus amplias hojas simples y ovaladas, con el borde finamente dentado. El envés o reverso de dicha hoja adquiere una tonalidad blanco plateada, muy vistosa cuando es zarandeada por el viento. Individuos con ligeros lóbulos hacia los márgenes de la hoja se atribuyen al híbrido Sorbus intermedia, encontrado también en esta zona, siendo raro de ver. Por su lado, el porte arbóreo del mostajo es inconfundible. Componiendo una voluminosa figura troncocónica, muy frondosa y compacta, apreciable desde la lejanía. Sus frutos se producen en menor número que los de especie anterior, son más grandes y más rojizos. Ambas especies suelen compartir el mismo hábitat, aunque el mostajo asciende menos en altura y tolera mejor los suelos ricos en carbonatos, por lo que gracias a esto aparece también diseminado por los quejigares y hayedos calizos de los valles bajos del Ciloria, Masoga, Turza y Malarriña. Preciosos ejemplares se alternan entre los brezales y hayas del Monte Menarez, Regolbenza y Chizpora, remontado el barranco homónimo desde la aldea de Zaldierna.
*Sorbo silvestre (Sorbus torminalis). La voz “tormina” procede igualmente del latín y equivale a disentería, pues los frutos de este árbol se empleaban, entre otras cosas, para tratar cólicos intestinales, a raíz de sus consabidas propiedades astringentes. Este peral de monte posee hojas simples con lóbulos aristados, triangulares y profundos. Son verdes por ambas caras, rematadas por una denticulación muy fina. El fruto se asemeja a una manzanita ovalada, pardo castaña y que presenta la superficie algo verrugosa. Se cría muy localizado en los claros y linderos de rebollares, quejigares y hayedos calizos, sin sobrepasar la cota de los 1100 metros. A menudo a los pies de cantiles rocosos. Requiere de ambientes más cálidos y secos que los anteriores serbales. Localizado hasta el momento en Ojacastro, en las cercanías de la Picota San Torcuato, Dehesa Zaldua, Monte San Quilez y barranco de El Ángel. En pequeños grupos o pies solitarios, aunque su área se estima más amplia.
El valor de estos arbolillos dentro de la dinámica de los ecosistemas forestales de nuestro entorno es incontestable. Enriquecido hábitats, bosques y paisajes, en especial, por la hermosa policromía otoñal que adquieren sus hojas antes de caer. De esto y de los bosques mixtos otoñales os hablaremos en la próxima entrega del Fuero. Hasta entonces, salud y que disfrutéis de veras contemplado la Naturaleza del Alto Oja”.
Solitario serbal de los cazadores. Abandonado en la lejanía, crece estoico y valiente en los inhóspitos confines del barranco del río Calamantío, Alto Najerilla.
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