Quizá Acadia sea uno de los parajes naturales menos conocidos entre los más de 400 que integran el Sistema de Parques Nacionales de los Estados Unidos. En particular, entre el público extranjero. Quedando a menudo eclipsado por los más célebres espacios protegidos que embellecen el oeste norteamericano. De entre todos ellos, 59 poseen la catalogación de Parque Nacional, siendo tan sólo una docena los que se distribuyen por la mitad Este del país. Sin embargo, a pesar de su reducida extensión, según sondeos, el Parque Nacional de Acadia pasaría a ocupar un considerable noveno puesto en cuanto a número de visitas anuales se refiere, a la zaga de las Smoky Mountains, Grand Canyon, Yosemite, Yellowstone, Olympic, Zion, Grand Teton,…(ver ranking).
En Acadia, una mezcla de intensos colores otoñales se funde armoniosamente con las frías aguas del Océano Atlántico. El parque cumplió en 2016 cien años de historia y a pesar de su relativo aislamiento dentro de la red de parques nacionales, es uno de los más visitados por el público norteamericano. En la imagen observamos el distinguido pueblo pesquero de Bar Harbor, cuya franja costera queda custodiada por los singulares porcupines o puercoespines. Una cadena de pequeñas islas con forma redondeada que se hallan cubiertas por bosquecillos de coníferas, lo que las confiere un típico perfil “erizado”.
Cuando visitamos Nueva Inglaterra el otoño pasado, nuestra intención era la de poder admirar y fotografiar in situ sus extraordinarios bosques mixtos en el apogeo de la estación otoñal. Contemplar el resplandeciente colorido que se desprende sus nobles y cuidadas arboledas; sintiendo el frescor de su sotobosque umbrío, el penetrante aroma del humus y la hojarasca en fermentación, el tenue sonido del viento desnudando las copas lánguidas,… Todo ello en el marco de un paisaje emotivamente salvaje y sobrecogedor. Pero lograr atinar a veces resulta complicado y no es fácil llegar en el momento óptimo del foliage, pues cada territorio se va transformando a un ritmo distinto, según condiciones. Tras encontrarnos con la zona interior de Vermont y New Hampshire algo pasada, nuestras esperanzas se volcaron hacia el litoral, ya que en este ámbito el efecto atemperante del mar es capaz de generar un clima mucho más suave, provocando en el mejor de los casos un desfase en la caída de la hoja de entre 10 y 15 días con respecto al territorio continental. Y así fue. Tras cruzar de oeste a este todo el estado de Maine, llegamos a la Isla Mount Desert en plena oscuridad y cuál fue nuestra sorpresa cuando al día siguiente nos despertamos rodeados de un colorido estremecedor, justo en el pico del otoño acadiano. Rodeados de frondosos bosques y montañas por doquier. Ávidamente entusiasmados por salir a descubrir y pasar a recorrer, durante la mejor estación del año, este paradisíaco parque nacional de la costa atlántica estadounidense.
Más tarde, a medida que hemos ido recopilando información, nos ha llegado a maravillar la emocionante crónica que desde tiempo atrás envuelve a la historia de Acadia. La de una tierra virgen compartida y disputada entre indios y colonos. La de un insólito paisaje custodiado por apasionados bohemios y filántropos adinerados. La de un área protegida cuya conservación pública prevaleció sobre el interés privado. La de un extraordinario Parque Nacional que deberías visitar. Sigue leyendo y te sorprenderás…
SU NOMBRE
Acadia es el nombre bajo el que se denominó a la región histórica que ocuparon las antiguas colonias de Nueva Francia, en las tres provincias marítimas de Canadá, comprendiendo los territorios vírgenes de Nueva Escocia, Nuevo Brunswick e Isla Príncipe Eduardo, así como otra parte en Quebec y un pequeña porción del isla de Terranova (ver mapa).
El origen de la palabra no está del todo claro, pero sí se cita que podría haber sido utilizada por vez primera hacia 1524, por le explorador al servicio de Francia Giovanni da Verrazano. Bien derivando de la voz nativa mi´kmaq: “algatig”, que designa un primitivo lugar de campamento o del también indígena maliseet: “quoddy”, refiriéndose a un paraje fértil. El mismo nombre podría relacionarse con la ancestral región mesopotámica de Acad, también conocida por apelativo de Acadia Mesopotámica.
Físicamente hablando, la región natural de Acadia se caracteriza por su agreste y recortada línea costera, revestida a su vez por una densa masa forestal.
Tras una autorización de Enrique IV, la región fue colonizada por inmigrantes franceses hacia 1604, integrándose con las tribus aborígenes de los Mi´kmaqs y Abenakis. El control sobre sus fronteras cambió varias veces de mano durante los ulteriores enfrentamientos anglo-franceses, en constante pugna por hacerse con la supremacía del Nuevo Mundo. Por aquel entonces, los ingleses estaban interesados en la enorme riqueza pesquera que poseían los recientes asentamientos franceses así como en el desarrollo agronómico y ganadero que con presteza estaba logrando la colonia acadiana, junto a un floreciente y suculento comercio de pieles. Al final, tras décadas de disputas, los británicos obtuvieron el domino de Acadia tras la firma del Tratado de Uttrech en 1713.
Las costas de Maine han sido un tradicional asentamiento pesquero a lo largo de la historia. Sus frías y ricas aguas, atrajeron desde los primeros tiempos a los nativos americanos y, más tarde, a los primeros colonos europeos.
Según narra la historia, hasta la fecha existía un pacto de neutralidad con la población francesa que ocupaba la colonia. Sin embargo, en 1775, al comenzar la Guerra de Los Siete Años y tras negarse a jurar lealtad a la corona inglesa, los indianos franceses fueron expulsados de su territorio, dispersándose a continuación por las demás colonias británicas de América del Norte. Una relevante mayoría acabo instalándose en el estado de Louisiana, donde posteriormente se fraguaría la cultura cajún.
EMPLAZAMIENTO E HISTORIA
El Parque Nacional de Acadia se localiza en extremo nordeste de los Estados Unidos. En el estado de Maine, región de Nueva Inglaterra. Sus límites abarcan una buena parte de la isla Mount Desert, incluyendo un rosario de pequeñas islas alineadas a lo largo de la costa atlántica. Es la isla más grande de Maine y su nombre, “Monte Desierto”, fue acuñado por el explorador francés Samuel de Champlain a comienzos del siglo XVII. Describiéndola por primera ve como una isla elevada constituida por montañas cuya parte superior se encontraba rasa y cubierta de rocas.
Las cumbres de la isla Mount Desert son ásperas y pedregosas. A las pobres condiciones del suelo se suma el duro clima que se experimenta en las cotas altas, batidas por el viento, el salitre y la nieve en invierno. Circunstancias que tremendamente dificultan el desarrollo de la vida vegetal.
Con el fin de respaldar la hegemonía francesa, en un principio, la isla fue entregada a Antoine de la Mothe Cadillac por Luis XIV de Francia en 1688 pero, como ya se ha mentado más arriba, terminó siendo cedida a Inglaterra en 1713. El gobernador de Massachusetts Sir Francis Bernard, asumió el control de la isla en 1760. Más tarde, hacia 1780, el estado de Massachusetts otorgó la mitad oriental de la isla a la nieta de Cadillac, Madamme de Gregoire, mientras que el hijo de Bernard, John, retuvo la propiedad occidental. Después, ambos dueños acabarían dilapidando la valiosa herencia vendiéndosela a otros particulares no residentes.
A diferencia de la mayoría de los parques nacionales estadounidenses, Acadia no fue adquirida mediante el patrocinio de fondos públicos. La isla se dio a conocer al mundo a finales del siglo XIX, a través de la pintura romántica de los artistas de la Hudson River School y de periodistas que vanagloriaron los placeres de poder veranear sumergidos en un entorno inspirador, solitario y relajado, compartiendo vivencias y amistad con los isleños locales. Es el caso de los primeros turistas que acudieron a saborear las delicias vacacionales que brindaba este pintoresco espacio natural, abstrayéndose de los lujos y comodidades urbanas, atraídos por sus cuidados paisajes y su arraigada cultura rural y pesquera. Así fueron conocidos bajo el jocoso pseudónimo de “the rusticators“.
A finales del siglo XIX, las tradicionales cabañas de pescadores, construidas en madera rústica y situadas en idílicas calas y ensenadas, fueron convirtiéndose en residencia estival de artistas y escritores. Más tarde, irían llegando las clases adineradas del nordeste del país, adquiriendo importantes dominios en los que se erigieron imponentes mansiones adornadas con jardines y embarcaderos.
En el viejo muelle de la localidad pesquera de Bar Habor todavía puede percibirse un ambiente marinero auténtico, con sus artesanas construcciones en madera, sus pequeñas embarcaciones amarradas a la orilla, sus aparejos de pesca apiñados en los malecones, etc. La pesca de la famosa Langosta de Maine aún se realiza con las artes de toda la vida, empleándose nasas como las que vemos en la imagen. Este medio actúa a modo de jaula, capturando el marisco de una forma inocua y selectiva. La lagosta de Maine, que en realidad es un especie de bogavante con pinzas, es uno de los productos estrella de la gastronomía de Nueva Inglaterra.
Gracias a la creciente popularidad, poco a poco la isla fue convirtiéndose en un destino turístico para las familias adineradas del sur de Nueva Inglaterra, Filadelfia y Nueva York. Preocupados por el peligro que la expansión urbanística podría suponer para la preservación de la isla, una serie de personalidades, entre ellos, el arquitecto de paisajes Charles Eliot, el conservacionista George B. Dorr, el expreidente de la Univeridad de Harvard Charles W. Eliot y el magnate John D. Rockefeller Jr, junto con otros residentes de Maine y visitantes de verano, aunaron sus esfuerzos para respaldar la creación de un espacio protegido. Posteriormente, la defensa estatal y federal de la isla, se vería apoyada por meritorias donaciones de tierras particulares, que pasarían a formar parte del núcleo origen del parque nacional. La creación de un Cuerpo de Fideicomisarios ampararía las negociaciones en favor de lo público y del bien común. Según fuentes, la primera tierra fue donada por la Sra. Eliza Homans de Boston, en 1908. Algo antes, en 1901, la legislación de Maine ya había concedido al condado de Hancock una carta para adquirir y salvaguardar tierras en la isla, asignándolas la clasificación de interés público.
Por su parte, Dorr continúo acaparando propiedades y renovando esfuerzos para conseguir el estatus de parque nacional, lo que se tradujo en la creación previa del Monumento Nacional Sieur de Monts en 1916. Después sería renombrado como Parque Nacional de Lafayette en 1919, en este caso condecorando al Marqués de Lafayette, un influyente partidario de la Revolución Americana. Como Parque Nacional de Acadia fue designado en 1929, en honor a la desaparecida colonia de Acadia, estableciéndose así como el más antiguo al este del Mississipi.
En total, el Parque Nacional de protege cerca de 19000 ha, entre las que se incluyen 1000 ha en la Isle au Haut y otras 950 en la Península de Schoodic. El límite permanente del parque, según lo establecido por la Ley del Congreso de 1986, contiene además una serie de propiedades privadas que la administración federal está tratando de anexionar. Montañas, bosques, lagos y costas, en sus múltiples variantes, son los principales ecosistemas a preservar. MAPAS y CARTOGRAFÍA DEL PARQUE.
A pesar del desastre, el incendio forestal de 1947 tuvo efectos beneficiosos para los paisajes y la biodiversidad de los ecosistemas. Mejorando la composición de especies arbóreas y equilibrando su estructura de edades. Así, el bosque actual es muy diferente del que llegó a existir antes del fuego. En lugar de una masa verde y uniforme de coníferas, las tierras descubiertas fueron colonizadas espontáneamente por miles de álamos, abedules, alisos y arces, ofreciendo además una brillante combinación de rojos, naranjas y amarillos, suministrada por los jóvenes y vigorosos bosques mixtos de caducifolios. La familia Rockefeller también colaboró en las labores de restauración paisajística del parque, mediante limpiezas y repoblaciones forestales.
En 1947 un incendio de gran magnitud consumió una importante superficie del parque. El desastre fue publicado en los titulares de los periódicos del todo el mundo, ya que la isla era un consabido refugio de veraneo para las clases ricas del país. Pero lo cierto es que ese mismo otoño fue extremadamente seco en todo el estado de Maine. Lo que provocó una oleada de grandes incendios forestales que llegaron a calcinar más de 80000 ha, arrasando cientos de hogares y cabañas, pasando a la historia como “El año en que ardió Maine“.
En el caso de la Isla de Acadia, el origen del incendio no está del todo claro (posible colilla de un cigarrillo mal apagado, restos de basura en un vertedero), pero sí se tiene constancia que comenzó en una zona pantanosa y de que se propagó peligrosamente de forma subterránea. Después, el fuerte viento avivó las llamas, que avanzaron sin control durante casi un mes en el que se llevó a cabo una prodigiosa obra de extinción. En total se quemaron casi 7000 ha, de las cuales 4000 se encontraban dentro del parque nacional, causando daños por un valor superior a los 23 millones de dólares. Grandes hoteles y fincas particulares sucumbieron ante la desolación de las llamas lo que, unido a los efectos de la Gran Depresión del 29, supuso el deterioro final de un modelo turístico clasista y opulento.
EQUIPAMIENTOS Y USO PÚBLICO
Hay referencias del primer registro de visitantes hacia 1855, inaugurándose después un servicio de barco de vapor que partía desde Boston en 1868. El pintoresco Green Moutain Cog Railway se construyó desde la orilla del lago Eagle e incluía un ferrocarril cremallera que ascendía hasta la cima de la montaña Cadillac en 1888. Tras su abandono, unas décadas más tarde, se construyó la Cadillac Mountain Summit Road, completándose en 1931.
La Montaña Cadillac lleva el nombre del explorador francés Antoine Laumet de La Mothe, sieur de la comuna de Cadillac. Se trata de la cumbre más elevada de la isla, localizándose en la mitad Este de misma. Con anterioridad era conocida como The Green Mountain o Montaña Verde. Su pelada cima descansa sobre unas tendidas plataformas de granito rosa, recubiertas a su vez por una pátina de líquenes que las confiere un aspecto verdoso, de ahí su precedente nombre en inglés.
Se cree de la Montaña Cadillac que es la primera ubicación de los EEUU que recibe los primeros rayos del sol cada mañana. Así, como reza la tradición, cada madrugada cientos de visitantes acuden hasta su cima para contemplar el “primer amanecer del país“, apostados sobre un gran observatorio desde el que se obtienen unas impresionantes panorámicas sobre el océano resplandeciente. Sin embargo, esto sólo es posible durante un breve periodo de tiempo que transcurre entre el otoño e invierno, ya que en primavera y verano amanece antes en otro cabo, localizado 240 km al Noreste.
El faro de Bass Harbor Head Light se considera uno de los enclaves más emblemáticos de Acadia. Se encuentra suspendido sobre un agreste acantilado de granito, rodeado por una densa taiga de abetos, en el extremo suroccidental de la isla. Históricamente a sido un paraje de inspiración para escritores, pintores y fotógrafos de naturaleza, que han perseguido revelar la belleza del lugar a través del verso, el arte o la fotografía de paisajes. Para visitarlo acude mejor al atardecer, ya que el sol se refleja cálidamente desde la quebrada línea costera.
A consecuencia de la Gran Depresión del 29, como medida de fomento y de recuperación, el presidente Franklin D. Roosevelt vio una oportunidad para movilizar a cientos de hombres jóvenes desempleados. Ponerlos a trabajar al servio de la naturaleza. Así se creó The Tree Army o Ejército del Árbol, como órgano adjunto a los Civilian Coservation Corps o Cuerpos de Conservación Civil CCC, estableciendo campamentos de trabajo en bosques, parques y pastizales de todo el país. Su obra se materializaría a través de proyectos que beneficiarían tanto a la tierra como a los propios trabajadores de la CCC. El mismo Roosevelt, en una carta dirigida al Congreso, exponía que: “Más importante que las ganancias materiales, será el valor espiritual y moral del trabajo“. Postulando un elocuente acicate reformista ante la desesperada coyuntura económica que estaba viviendo país. De este modo, la gente debía entender que no sólo necesitaba un empleo, sino un verdadero propósito para seguir adelante. Trabajando por y para la tierra. Una influyente aspiración para salir del atolladero.
A petición del superintendente George Dorr, en Acadia se organizaron dos campamentos de los CCC. Durante nueve años de estancia se completaron cientos de proyectos, destacando actuaciones silvícolas preventivas de limpieza y saneamiento contra incendios, plagas y enfermedades. No obstante, su trabajo más exitoso y duradero fue la construcción de los principales senderos que llevarían a los excursionistas al corazón de Acadia, como son el Ocean Path y el Perpendicular Trail. Para ello, enormes bloques de granito, con más de una tonelada de peso, fueron cuidadosamente cortados y pulidos a mano, de una forma magistral y respetuosa.
Desde los indios americanos, pasando por los primeros colonos y los entusiastas de otras épocas: “las generaciones futuras caminarán por los senderos, acamparán bajo las estrellas y se sentarán a la sombra de un árbol”. Ése sería el principal legado del Ejército del Árbol. Al servicio del hombre y la tierra. Encantador tramo con túnel de abedules, en la variante de Hemlock Rd que enlaza con el Jesup Path.
Poco a poco, los senderos perdieron sus orígenes utilitarios y se transformaron en caminos que promovían la interacción y el disfrute del paisaje natural. Un enfoque innovador para financiar la proyección de los mismos, fue la instauración de senderos conmemorativos. De este modo, los padrinos podrían poner su nombre al sendero o tramo del mismo que habrían contribuido a fundar.
En Acadia, a menudo se colocan placas a lo largo de algunos senderos en recuerdo de sus patrocinadores. Una ingeniosa iniciativa privada cuyo objetivo es financiar el mantenimiento de la red de senderos del parque, difundida también a lo largo de otros espacios protegidos del país. Es el caso del precioso sendero Jesup Path, que te adentra por el interior de una ciénaga sobre una entramado de plataformas de madera, surcando un colorido bosque de arces y abedules, con vistas a la Great Meadow. Excelente y apacible trail para caminar relajadamente bajo las hojas que caen.
Waldron Bates, presidente del Comité de Senderos y Caminos de Bar Harbor Village, fue el primero en instalar escaleras de piedra y peldaños de hierro en las vías para atravesar acantilados, taludes y otras áreas empinadas. Rudolph Brunnow ideó el Precipice Trail o Sendero del Precipicio sobre los cortados intransitables del Monte Champlain. El abrupto ascenso por el clásico The Beehive Trail o Sendero de La Colmena, te llevará hasta lo alto de una colina desde donde podrás contemplar unas magníficas vistas de la famosa cala de Sand Beach, no sin antes realizar alguna que otra trepada de escaso grado. Aunque la pared en algunos tramos se encuentra bastante expuesta, el sendero va equipado con pasamanos, peldaños y clavijas de metal, afianzando en todo momento una firme sujeción.
Entre 1915 y 1933, el rico filántropo John D. Rockefeller Jr, financió, diseñó y dirigió la construcción de una red de senderos para carruajes con el fin de favorecer el tránsito vacacional a caballo a través del parque. Esta red abarcaba más de 50 millas (80 km) de caminos de herradura pavimentados con grava, 17 puentes de piedra levantados con el granito de la isla y dos refugios de acceso. Rockefeller, naturalmente dotado con el ojo de un arquitecto paisajista, alineó los caminos para seguir los contornos del relieve, construyendo muros de contención para preservar el perfil de las laderas, aprovechando además las vistas panorámicas de cada punto de interés.
El magnate Rockefeller financió 16 de los 17 puentes que componen el Carriage Road, salvando numerosos arroyos, cascadas, caminos y acantilados. Los puentes están hechos de hormigón reforzado con acero y se revisten por enormes bloques de granito extraídos de la isla. Para otorgar un aspecto más rústico y natural a la obra, las caras de la piedra fueron pulimentadas a mano.
Durante la construcción del camino de carruajes, el ingeniero Paul Simpson y su familia vivieron en el Jordan Pond Gate Lodge, un bonito refugio de estilo francés que guardaba uno de sus dos accesos principales. En la actualidad, este camino resulta perfecto para darse un agradable paseo en bicicleta. Posee un firme pavimentado y suficientemente ancho, guardarraíles de piedra y un desnivel muy poco acusado.
En 1986, un grupo de residentes del área de Acadia formaron la organización sin ánimo de lucro Friends of Acadia. El primer éxito del grupo fue conseguir la importante dotación de 3,4 millones de dólares para la restauración y mantenimiento del camino para carruajes, facilitando la recuperación de 44 millas (71 km). Acadia Trail Forever se consignó como otro popular plan que convirtió a Acadia en el primer parque nacional dotado de una red oficial de senderos. O el Indian Explorer, una flota de autobuses alimentados con propano que da servicio al parque y a las comunidades locales. Las rutas que realizan estos autocares tienen paradas en pueblos, campamentos, miradores, puntos de partida y final de senderos, centros de visitantes, etc.
La red de senderos de Acadia se encuentra perfectamente acondicionada y en total abarca una distancia que supera los 200 km. Quizá uno de los más atractivos sea el Jordan Pond Path, trazado en parte sobre una llamativas traviesas de madera cuya finalidad es evitar el deterioro del entorno por el constante pisoteo de los excursionistas. Emplear una mañana en realizar la circular del Jordan Pond o Estanque de Jordan con posibilidad de ascender a las carismáticas Bubbles bien merece la pena, por las vistas y lo bonito del recorrido.
Sugerente silueta de The Bubbles, desde la morrena terminal que represa las aguas de este impresionante lago glaciar.
ALGUNOS ECOSISTEMAS Y PAISAJES DE INTERÉS
Bosque caducifolio Abedules Betula papyrifera y Betula alleghaniensis en los bordes cenagosos de la Gran Pradera.
Bosque Este jovencito Ciervo de Cola Blanca nos vigilaba atento desde la espesura. Si madrugas para subir a ver el amanecer desde Cadillac Mountain, fíjate bien en los linderos del bosque, pues está plagadito de ciervos.
Costas La Playa de la Arena o Sand Beach se ubica bajo la protección de una resguardada cala. Por su indescriptible belleza ha sido elegida como escenario de numerosas películas, series y documentales.
Costas Al Colimbo Grande se le conoce en Acadia bajo el nombre de Common Loon. Es un ave marina emblemática de las costas de Maine. Su gutural sonido durante la época de cría resulta inconfundible y suele ser muy utilizado como fondo en las escenas campestres de numerosas películas americanas. Seguro que lo has oído más de una vez. Su plumaje nupcial es muy vistoso. El ejemplar de la imagen es un joven del año de tonos apagados. Lo pudimos observar invernado en las tranquilas aguas del puerto de Bar Harbor.
Lagos Desde la cima de South Bubble, en días despejados se contempla una de las mejores panorámicas de todo el parque nacional. Con el Jordan Pond bajo nuestros pies. Un idílico lago de origen glaciar represado en su extremo por una morrena terminal. Tupidos bosques de hayas y abetos adornan y mantienen sus orillas.
Lagos Aunque a menudo pescan en las calas y ensenadas costeras, las Águilas Calvas también irrumpen en los lagos interiores en busca de posibles presas. Nosotros pudimos observar varios ejemplares en el Jordan Pond y en la bahía de Northeast Harbor.
Montaña El antiguo granito rosa que conforma las cumbres de Acadia ha sido arrasado por la acción del hielo y el agua durante milenios. El tono rosado se debe a un tipo de feldespato que compone mayoritariamente su matriz y que se denomina pertita.
Montaña Esta delicada Mariposa Monarca (Danaus plexippus) reposaba holgada aprovechando los últimos rayos del mes de octubre.
PLANIFICA TU VIAJE A ACADIA
Por lo reducido de su tamaño, podemos llevarnos una buena impresión del parque si por lo menos planificamos una visita de al menos cuatro días. Para caminar tranquila y relajadamente. Fotografiar el fabuloso paisaje. Y aprender algo sobre su interesante historia, flora, fauna y geología. Una época idónea para hacerlo es el otoño, pues te toparas con el palpitante colorido de los bosques caducifolios, una menor afluencia de público y unos precios mucho más económicos. Para alojarte elige el pueblo de Bar Harbor. Es localidad más grande y poblada de la isla, por lo que llega a ofrecer muchas más opciones con diferentes precios. Y aunque pueda resultar algo más caro, merece la pena que te instales en sus cercanías, ya que goza de una mayor propuesta para poder alternar después de una jornada de monte, con múltiples bares, restaurantes y comercios.
Como imprescindibles te aconsejamos que no dejes de perderte:
*Centro de Visitantes de Hulls Cove. Para obtener una primera impresión del parque y sus instalaciones. Comprar algún mapa o guía informativa y sacar la entrada del parque. Esta cuesta 24 dólares por vehículo y te habilita a circular por el mismo durante cuatro días. El principal acceso es la Park Loop Road. Se trata de una carretera de un único sentido que rodea el perímetro de la mitad oriental de la isla, facilitando la entrada a senderos, puntos panorámicos, campamentos y demás equipamientos.
*La Cala Sand Beach. Tanto recorrerla como visualizarla desde la lejanía. Esto puede hacerse desde The Beehive Trail, aunque si no te gustan las alturas puedes obtener otra estupenda estampa (en mi opinión, más completa) desde la colina de Great Head, situada al Este de la playa.
*The Beehive Trail para los que les guste un poco el riesgo y la aventura. La vía va equipada con elementos de seguridad. El Precipice Trail para culminar el Monte Champlain resulta algo más técnico y sus caídas son más vertiginosas.
*Pasarelas de madera y túneles de abedules a lo largo del Jesup Path. Este recorrido se inicia el los Wild Garden Of Acadia, cuya muestra de plantas autóctonas agrupadas por hábitats hace las delicias de los botánicos. Uno de los extremos del Jesup Path concluye en el lago The Tarn, totalmente rodeado por un impresionante bosque caducifolio. Si te gustan los bosques, éste es tu sendero.
*Circular rodeando el Jordan Pond, incluyendo un pequeño bucle que asciende hasta la cima de South Bubble. Cerca de la cumbre no dejes de hacerte una fotografía junto a la enigmática Bubble Rock, un gigantesco bloque errático de granito que se vio arrastrado por el flujo de un glaciar hace miles de años, quedando milagrosamente suspendido sobre la arista de un precipicio. En verano se pueden alquilar canoas y practicar remo sobre sus serenas aguas.
*Alquílate una bicicleta y completa un tramo del Carriage Road, haciendo paradas en los numerosos miradores que se reparten a lo largo de su trazado. También está habilitado para dar paseos a caballo.
*Visita el Faro de Bass Harbor al atardecer. Si la mar está tranquila puedes bajar y reposar al pie del acantilado, mientras ves caer el sol bajo el horizonte.
*“Primer amanecer” de américa desde la cima del Monte Cadillac. Sube en coche con tiempo suficiente y en plena oscuridad pues si no el sol ya habrá despuntando cuando llegues al mirador. Si hace buen tiempo y cae en fin de semana, espérate una posible masificación.
*Visita el pueblo de Bar Harbor, zona de bares y comercios típicos. Arquitectura marítima y pesquera. El muelle. Y date un paseo por el espigón. Un garito auténtico para degustar un buen lobster roll es el Gueddys, situado en la calle principal que baja al puerto.
Bueno. Y con esto damos por concluido el post. Me habría gustado añadir muchas cosas más, pues como habréis podido comprobar este fantástico lugar da para mucho. Lo incluiremos en futuras publicaciones. Espero que el contenido haya sido de vuestro agrado y que os sea de provecho para emprender futuras aventuras viajeras ¡Saludos y hasta la próxima!
Trasluz y contrastes. Primeras horas de un amanecer otoñal en el Monte Cadillac.
ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS
https://www.absolutviajes.com/acadianos-la-etnia-canadiense/
http://digitalmaine.com/cgi/viewcontent.cgi?article=1035&context=mgs_publications
http://www.genbriand.com.ar/origen_acadiano.htm
http://www.lavanguardia.com/vangdata/20150325/54429200173/10-parques-nacionales-estados-unidos.html
https://jameskaiser.com/acadia-guide/geology/http://www.us-parks.com/acadia-national-park.html
https://www.nps.gov/acad/learn/historyculture/history-of-acadia.htm
Fascinantes el entorno,la documentación y el viaje.Invitan a visitarlo y disfrutar de esa naturaleza.
Gracias por haberlo facilitado.
El placer es mío, Alazne. Por poder compartirlo con todos vosotros. Un saludo!!
Sencillamente me parece fabuloso como está relatado,te hace soñar y tener ganas de visitarlo. Gracias de verdad.
Así es Juan. Un lugar para soñar.