Hola a todos. Después de un largo tiempo de inactividad en el blog de Silvestres, nos gustaría poder retomar la publicación de nuevos artículos sobre naturaleza y montaña, como veníamos haciéndolo anteriormente, de forma didáctica y divulgativa. Descubriros diferentes experiencias y actividades vividas con clientes, estudios sobre flora, fauna y micología, un poquito sobre historia, arte y cultura del medio rural, relatos sobre viajes y geografía y un motón de cosas más. Esperando, como siempre, que sean de vuestro interés y agrado. De esta forma, intentaremos publicar con cierta regularidad, tratando temas recientes de actualidad además de otra serie de contenidos en los que irremediablemente tocará tirar de archivo, pero no importa, pues tenemos muchísimas cosas que contar. Seguidnos y ya veréis.
Como también habréis podido comprobar, este verano pasado maquillamos un poco la imagen corporativa de SILVESTRES. Gracias al diseño y maquetación de nuestras amigas de Kënsla, ya podemos presumir de logotipo nuevo así como de página web oficial, en la que de una manera muy interactiva podréis encontrar información sobre la empresa y sus distintas propuestas de actividad. Asimismo, la web ofrece al cliente la opción de poder gestionar sus propias reservas, según temporadas, mediante calendarios, rellenado unos simples datos de forma fácil, rápida y segura. El blog de reportajes posee una estructura similar al anterior, y en él escribiremos algunas reseñas para los que quieran conocer más a fondo nuestro trabajo e inquietudes. En estos momentos estamos adaptando las anteriores entradas al nuevo formato, así que pedimos disculpas por la desproporción que sufren algunas imágenes, párrafos y tipografías. Poco a poco irán siendo corregidos. Sin más preámbulos, os dejamos con nuestro sensacional viaje al Norte de Los Apalaches norteamericanos, esperando que disfrutéis con sus bellísimos coloridos y su trepidante historia natural, tanto como al menos lo hemos hecho nosotros mismos. Salud y amistad, desde Silvestres Ezcaray. Es otoño de 2017 en Ezcaray, La Rioja.
EN EL CORAZÓN DE LAS WHITE MOUNTAINS
En esta ocasión me gustaría mostraros algo de información con algunas imágenes y consejos a raíz de nuestro último viaje en el que hemos visitado el Nordeste de los Estados Unidos. Un viaje en plena ebullición otoñal para conocer y fotografiar la fantástica paleta de colores que se despliega en la inmensidad de los bosques mixtos de Nueva Inglaterra. Uno de los territorios del planeta que cuenta con alguna de las mejores manifestaciones de bosque templado planocaducifolio, en el que se mezclan decenas y decenas de especies de frondosas confraternizando en aparente paz y armonía forestal. Por razones de índole geológico y también climático, sólo los bosques del Asia Oriental poseen tal riqueza y diversidad de árboles conviviendo en el seno de sus arboledas mixtas, constituyendo un inmensurable patrimonio forestal y también paisajístico, a nivel mundial. En otoño, los bosques mixtos otorgan al paisaje un sinfín de matices en cuanto a coloridos, formas y texturas se refiere, ya que cada tipo de árbol adquiere una gradación distinta de color durante el breve tiempo que dura su fulgurante proceso de senectud foliar. Si nuestras humildes masas mixtas de frondosas, en el mejor de los casos, aquí en la península, llegan a acumular hasta una veintena de especies leñosas, imaginaos que espectáculo de tonalidades puede llegar a celebrarse cuando un bosque de Nueva Inglaterra “explota” y en el mismo comienzan a degradarse poco a poco las hojas de más de cuarenta clases de árboles. Como veréis, las imágenes hablan por sí solas.
Fantaseante mezcla de colores en Stirling Range, en las Green Mountain de Vermont. Inmediaciones del Monte Mansfield, Stowe. Primeros de octubre es la mejor época para observar los colores otoñales en el interior de Nueva Inglaterra. Aún así todo depende de la climatología imperante (humedad ambiental y edáfica, vientos), orientación, altitudes, etc… Toparse con el pico del otoño no es tarea fácil, pero sin duda alguna, es el aliciente más tentador para emprender un viaje de semejantes características, pues conmovedoras sorpresas te esperarán constantemente a la vuelta de la esquina, a través de cada valle.
Como región histórica y natural, Nueva Inglaterra forma un pequeño cuadrante en la esquina Nororiental de los EEUU. Está formada por los pequeños estados de Connecticut, Rhode Island, Massachusetts, Maine, New Hampshire y Vermont. Los tres últimos limitan al norte con el vecino Canadá. Es la tierra por la que penetraron y donde se asentaron los primeros colonos británicos en la conquista por el Nuevo Mundo, en los albores del siglo XVII. Se trata en su mayoría de una zona bastante rural y poco habitada, en la que se alternan preciosos paisajes de bosques, ríos y montañas con pueblecitos y granjas mantenidos en perfecto estado de conservación.
Naturaleza y mundo rural, una apacible y constante dualidad que te acompañará a lo largo de toda Nueva Inglaterra. Granjas, praderas y bosques mixtos, reflejándose en la límpidas aguas del río Ottauquechee, Woodstock-Vermont.
Posiblemente, la idílica granja de Elm Grove en Vermont, sea una de las más hermosas y visitadas al Este de los Estados Unidos.
Los bosques otoñales son el principal atractivo turístico para viajar a Nueva Inglaterra durante los meses de otoño. Son tan famosos que incluso existen varias páginas web, más o menos actualizadas, en las que se va informando de la gradación del colorido del arbolado por territorios, según pasan las semanas. Entre las diversas especies arbóreas, destacan por su gama de color los integrantes del género Acer, conocidos vulgarmente por el nombre de Arces. En especial sobresalen el Arce de Canadá (Acer saccharum) y el Arce Rojo (Acer rubrum), con sus palpitantes tonos anaranjados y rojizos. En el Parque Estatal de Las Cascadas de Kent, al oeste de Connecticut, pudimos contemplar los primeros ejemplares en plena efervescencia otoñal.
Con sus costas orientales bañadas por las aguas del Océano Atlántico, una buena parte del interior de Nueva Inglaterra es recorrido de norte a sur por los Montes Apalaches, la cadena montañosa que flanquea el Este de los Estados Unidos. Aproximándose los 2.500 km de prolongación, sus estribaciones se extienden desde el estado sureño de Alabama hasta la Isla de Terranova, en Canadá. Su nombre proviene de un desaparecido pueblo nativo norteamericano, que llegó habitar en el área de Florida antes de la llegada de los primeros descubridores. Es una de las cordilleras montañosas más antiguas de la Tierra, estimándose su orogénsis en más de 450 millones de años. Si en las más conocidas serranías del Pacífico predominan los relieves abruptos y escarpados, en los Apalaches la orografía se nos presenta menos fiera, con montañas más suaves y tendidas, desmanteladas tras miles de años de erosión. Si las Rocosas destacan por sus agrestes cresteríos y elevadas cumbres, los Apalaches se distinguen por sus inabordables masas boscosas, espesas y salvajes, cubriendo montes enteros por doquier, desde su base hasta la cima.
En el área norte de Los Apalaches, destacan las Green Mountains de Vermont junto con las White Mountains de New Hampshire, como áreas de montaña principales (ver ubicación). Las primeras conforman, en compañía de las Taconic Mountains de New York y las Berkshire de Massachusetts, una unidad de menor relieve, con altitudes por debajo de los 1.350 m. En las Montañas Blancas las cotas poseen una mayor prominencia en general, escalando hasta altitudes próximas a los 2.000 metros sobre le nivel del mar. Posiblemente su nombre provenga de su eminente capacidad para albergar buenos espesores de nieve durante la época invernal, gracias a su adecuado posicionamiento geográfico con respecto a los principales frentes de acción atmosférica y al ya mencionado gradiente altimétrico que poseen buena parte de sus elevaciones. Las cotas nevadas perduran más de seis meses al año y son claramente visibles desde las áreas costeras.
Desde la cima del Monte Equinox observamos el clarividente perfil redondeado que posee este añejo territorio integrado por los Apalaches del Norte. Las Montañas Verdes de Vermont reciben su nombre porque literalmente se encuentran tapizadas por densos y verdes bosques. Desde sus cimientos hasta la cúspide, se pueden ir apreciando los distintos pisos de vegetación en altura. Por abajo, los bosques mixtos de hayas, arces, carias, olmos y fresnos, dan paso a los abedulares con serbales para acabar con las taigas de altura dominadas por abetos del bálsamo. Desde la población de Machester parte un Skyline Drive que da acceso a las también llamadas Tierras Altas de Equinox. Se trata de una carretera particular desde donde se obtiene una magnífica vista de los alrededores, previo pago de un pase que habilita la entrada.
Preciosas y coloridas arboledas mixtas en la carretera escénica que da acceso a la cima del monte Equinox.
Silueta del Monte Mansfield (1.340 m), principal cumbre del estado de Vermont en las Montañas Verdes, desde la cima del pico Camel´s Hump, denominado así por su particular perfil asemejándose a la joroba de un camello. Ambos montes están protegidos bajo la figura de Parque Estatal. En sus áreas más altas existen valiosas manifestaciones del bioma tundra, representado por interesantes reliquias botánicas supervivientes a las épocas glaciares. El Long Trail atraviesa ambas cordilleras. Está considerado el sendero de larga distancia más antiguo del país, cuyo origen data del año 1910. Su trazado surca todo el estado de Vermont, de sur a norte, a lo largo de 439 kilómetros.
La red de senderos que discurre por el interior de los parques estatales se encuentra perfectamente señalizada y mantenida. Grupos de voluntarios locales atienden cuidadosamente su conservación. El Monroe Trail te adentrará en el Bosque Nacional de las Green Mountain de camino a la emblemática cima de Camel´s Hump.
El haya norteamericana o de hoja ancha (Fagus grandifolia) es una de las principales especies de árboles que pueblan los bosques mixtos de los montes Apalaches. Se parece bastante a nuestro haya europeo (Fagus sylvatica). Como diferencias plausibles, pudimos observar que la especie americana posee una lámina foliar algo más larga y lanceolada, con el borde del limbo marcadamente sinuoso. A nivel ecológico se comporta como una planta más termófila y menos montana, habitando los enclaves resguardados del pie de monte y los fondos de valle, sin formar masas monoespecíficas de gran extensión. En su estación de crecimiento aparece a menudo junto al abeto oriental o tsuga del Canadá (Tsuga canadensis).
Junto con las Green, las White Mountain poseen la catalogación de Bosque Nacional. Declarado en el año 1918, posee una superficie protegida de más de 300.000 ha. La mayor parte de su territorio se localiza dentro del estado de New Hampshire, en su mitad Norte, entre los condados de Grafton, Coos y Carroll, salvo una mínima porción que termina penetrando en el aledaño estado de Maine, condado de Oxford.
Los Bosques Nacionales en los Estados Unidos, forman un sistema o red en el que se incluyen grandes áreas forestales y bosques, cuya administración recae en manos del gobierno central a través del Servicio Forestal, bajo la dirección del Departamento de Agricultura. La gestión de estas tierras se centra en el aprovechamiento de la madera, la ganadería, la conservación de los recursos hídricos, la protección de la vida salvaje y el fomento del uso recreativo. Se trata de grandes territorios protegidos en los que existe compatibilidad entre la conservación y la explotación comercial de sus bienes y servicios forestales. En EE.UU. hay declarados 155 bosques nacionales que comprenden una superficie de unos 769.000 km2. Estas tierras suponen el 8,5 % del total de la superficie del país. Alaska, por sí sólo, representa el 12 % de todas las tierras forestales nacionales.
En proporción, New Hampshire es el segundo estado con mayor masa forestal de todo el país por detrás de Maine. Este hecho, es consecuencia de la intensa emigración que sufrió la población rural de Nueva Inglaterra a principios del siglo XX, con la llegada de la Revolución Industrial. Así, después siglos de incesantes talas y roturaciones, las tierras abandonadas se fueron cubriendo progresivamente de arbolado con la consiguiente recuperación y expansión de sus bosques primigenios.
Los bosques de Nueva Inglaterra son relativamente recientes. Su joven masa forestal se ha ido recuperando progresivamente en el último siglo, favorecida por el abandono del medio rural. Por eso apenas podemos encontrar bosques viejos o antiguos en esta región, ya que la mayor parte de su superficie arbolada fue sobreexpltada tras el asentamiento de los primeros colonos europeos. La fertilidad del suelo y la bonanza climática que atesora este territorio, han favorecido una asombrosa y pronta regeneración de la mayor parte de su cubierta vegetal, auspiciada por el desarrollo de las nuevas leyes y políticas conservacionistas. Panorámicas desde el saliente rocoso de Cathedral Ledge, en en el Parque Estatal de Echo Lake, North Conway-New Hampshire.
El tercio norte del estado de New Hampshire es conocido como “the north of the notches” (Los Desfiladeros del Norte), en referencia a las numerosas gargantas que seccionan de norte a sur todo el macizo de las Montañas Blancas. Asimismo, este estado también forma parte de los denominados Great North Woods (Grandes Bosques del Norte), junto con Nueva York, Maine, Vermont, Quebec y las provincias marítimas del este de Canadá, configurando la ecorregión de los bosques templados de hoja ancha y mixtos de Nueva Inglaterra-Acadia.
Ya en el Bosque Nacional de las White Mountains, el espectacular desfiladero de Crawford Notch separa los montes de Franconia de los de la Cordillera Presidencial. Esta catalogado como Parque Estatal y en su interior pueden visitarse varios lagos, numerosas cascadas, cortados y precipicios panorámicos. Por sus flancos ascienden atractivos trails para la práctica de senderismo así como tradicionales vías de escalada.
El Bosque Nacional de las White Mountains consta de tres sectores diferenciados. En los mismos, se congrega un nutrido conjunto de Parques Estatales (State Parks), Refugios de Vida Silvestre (Wilderness) y Áreas Escénicas (Scenic Areas), en este caso gestionados por la administración estatal. Por un lado, tenemos el área al oeste de Franchonia Notch; con las estribaciones que rodean a Cannon Mountain, Kinsman Mountain y Mount Moosilauke (aunque en esta última la mayor parte de su superficie es privada). El cuerpo central del Bosque Nacional incluye la Cordillera Presidencial y otros macizos con cierta notoriedad topográfica como son las cordilleras de Franconia, Twin, Bond, Sandwich, Willey y Carter-Moriah. Más al norte, por encima de la Ruta 2, aparece otro área disyunta que conforma la zona más septentrional y apartada del bosque, con los Montes Cabot y Waumbek, entre otros.
Montes Liberty, Flume y Osseo, vistos desde el fondo de la garganta de Franconia Notch. En el interior de la Cordillera de Franconia, en la otra vertiente de estas cumbres, se extiende el Refugio de Vida Silvestre de Pemigewasset. Cuenta con más de 18.ooo hectáreas protegidas de reserva natural, abiertas únicamente a fines científicos y recreativos. Se trata de una amplia zona boscosa muy aislada, con abundantes ríos y barrancos, en la que una buena parte del acceso solamente puede realizarse a pie, en lo más recóndito de este Bosque Nacional. El servicio de información del parque advierte sobre la peligrosidad que puede entrañar el adentrarse sólo en esta zona sin disponer de la equipación adecuada o sin poseer conocimientos básicos sobre cartografía y orientación. Desde el centro de recepción de Lincoln Woods, parten numerosos trails con refugios intercalados que incitan a vivir una espléndida aventura de varios días alejados por completo de la civilización.
En el Parque Estatal de Franconia Nocth, encontramos un maravilloso lugar conocido como The Flume Gorge. Según narra la historia, fue descubierto accidentalmente en 1808 por la Tía Guernsey de 93 años, mientras pescaba por los alrededores. Se trata de un interesante sendero interpretativo abierto al público que te adentra por el interior de una angosta garganta fluvial, atravesando arroyos, cascadas y coloristas bosques de hayas y arces americanos. En varios puntos del recorrido, el itinerario badea el río Pemigewasset por medio de los típicos puentes de madera, en inglés covered bridges. Estas construcciones están fechadas en el siglo XIX y suponen uno de los iconos más admirados del paisaje rural de Nueva Inglaterra. La inteligente techumbre cumple una función básicamente protectora, resguardado la estructura interna, hecha en madera, de los corrosivos agentes ambientales. A los puentes cubiertos también se los conoce como “puentes del beso“, con motivo de la oscuridad y discreción que otorgaban a los enamorados en otros tiempos más pudorosos y recatados.
Para facilitar el acceso, el miso desfiladero cuenta con una curioso trazado de escalinatas y pasarelas de madera que se disponen formidablemente suspendidas sobre un torrente de montaña, sorteando a su vez pequeñas cascadas y remansos. Su vertiginosas paredes se formaron hace 200 millones de años, en el periodo Jurásico, después de que se fracturara una gran masa de granito y penetrase por ella un ingente flujo de lava, presionando y aumentando así la separación intramuros. Después, la erosión glaciar y posteriormente fluvial, acabarían de modelar el perfil de esta inigualable obra de la ingeniería natural.
Aspecto de la estrecha garganta encajonada entre poderosos muros de granito. Incrustados entre la estructura fallada de la pared, pueden atisbarse algunos restos de los antiguos diques que formaron las corrientes internas de materiales fundidos, cristalizados en forma de basaltos oscuros de grano fino y reluciente. Grandes boulders o bloques de granito aislados en mitad del bosque evidencian el antiguo origen glaciar de la impresionante orografía que rodea al Valle de Franconia.
Otro gigantesco bloque de granito atrapado entre las paredes de la garganta formaba parte de la historia y la iconografía de The Flume, hasta que una gran tormenta en 1883 hizo que se desprendiese precipitándose aguas abajo sin dejar rastro alguno. Este extraordinario paraje ha sido considerado como un espacio tradicional de recreo para el pueblo norteamericano desde tiempos inmemoriales. Un secular destino vacacional que iría acercando a las clases medias a la montaña, y por así decirlo, a los primeros turistas de naturaleza en busca diversión, tranquilidad, inspiración,… Observad la indumentaria de la época victoriana de las doncellas que aparecen en la postal junto a Avalanch Falls, allá por el año 1887. La primera imagen pertenece a la web de Imágenes de la Historia de New Hampshire que recomiendo que visitéis.
La cota más alta de las White Mountain y de los Apalches del Norte, es el Monte Washington, situado en la Cordillera Presidencial. Con sus 1.917 m de altura se distingue además por considerarse la montaña más prominente al este del río Misisipi (¿cómo se calcula la prominencia de una montaña?). Antes de la irrupción de los colonos europeos, la tribu de los Abenaki denominaba a esta cima Agiocochook u “Hogar del Gran Espíritu”. Dentro de sus ancestrales creencias, los Abenaki pensaban que las montañas eran lugares reservados exclusivamente a los dioses y por ello no se asaban a profanar sus cumbres. Darby Field afirmó realizar la primera ascensión en el año 1642. Algún tiempo después, un equipo de geología dirigido Manasseh Cutler, bautizaría a la montaña a raíz de una expedición efectuada en 1784. La Vía de Crawford, considerada la ruta de senderismo más antigua de los Estados Unidos, fue trazada hasta el pico en el año 1819 como camino de herradura desde el barranco de Crawford Notch, a través de la vertiente occidental de la montaña. En el mismo vértice se construyeron dos hoteles durante la época victoriana. Tras sobrevivir a un devastador incendio, el popular Tip-Top House de 1853, ha pasado a convertirse en la actualidad en un Sitio Histórico del Estado, donde puede visitarse una exposición que recrea idealmente la apariencia del antiguo refugio de montañeros. Otras atracciones turísticas de esta misma época incluían un camino de diligencias, transformado en el actual Mount Washington Auto Road, carretera por la que se puede ascender hasta la cima previo pago de una tasa, y el Mount Washington Cog Railway de 1869, el primer ferrocarril cremallera que tuvo éxito en los Estados Unidos, remontando prodigiosamente en línea recta por la ladera occidental de la montaña, desde su base hasta la misma cumbre.
Grupos de montañeros dispuestos a pasar unos días de travesía en la montaña. La vía clásica para emprender el ascenso al Monte Washington es la conocida como Barranco Tuckerman, en honor al botánico Eduard Tuckerman que estudió por primera vez la variopinta flora alpina de esta cordillera, allá por la década de 1830. El sendero parte del área recreativa de Pinkham Notch y cubre un distancia de 6,5 km salvando un significativo desnivel de 1.270 metros. En Pinkham Notch se despliega una amplia zona de aparcamiento. Hay también un centro de visitantes donde puede recabarse información acerca de los trails o senderos, condiciones meteorológicas, equipación, cartografía, etc.
Desde el refugio de Hermit Lake, la ascensión adquiere mayor grado de inclinación. El sendero se hace más estrecho y técnico, transformándose el terreno en una constante escalinata de bloques de granito más o menos consolidados. En segundo plano, podemos contemplar la arbolada cresta de Boot Spurr, desde donde se descuelgan varias canales de avalancha y torrenteras de montaña.
Vista desde Hermit Lake, con los dos circos glaciares por los que asciende la vía clásica de Tuckerman. La cima quedaría a la derecha de la imagen, tras el monolito de roca conocido como Lion Head. Desde diciembre a marzo toda esta zona corre bastante riesgo de sufrir avalanchas. A pesar de ello, durante la primavera el esquí de travesía inunda este recorrido.
Trazado del sendero a través del segundo circo glaciar. Serpenteando por una estrecha cañada junto a un paredón vertical por el que rezuman pequeñas corriente de agua (muro de fondo). La última banda arbolada la constituye un bosque enano de alisos verdes (Alnus viridis subsp. crispa) entremezclado con fragantes abetos del bálsamo (Abies balsamea).
Este el tipo de terreno que te vas a encontrar a lo largo del Tuckerman Ravine Trail. Bloques y más bloques de granito. Para superarlo adecuadamente deberemos andar con cierta agilidad, ya que de lo contrario tocará echar la mano en bastantes puntos, propiciando a una mayor basculación corporal y por consiguiente un sobresfuerzo en la subida. Ascendiendo tranquilamente, disfrutando del paisaje y tomando algunas fotos, nos llevará no menos de 3-4 horas, según ritmos y condiciones físicas.
Como curiosidad, al inicio del trail, los senderistas disponen de una pequeña báscula para poder calcular la carga de sus mochilas. Un cartel nos anuncia las precauciones que debemos guardar ante un posible encuentro con osos negros, en particular si portamos comida o abandonamos cualquier tipo de resto fuera de los lugares habilitados.
Por fin vemos la cima, pero cuidado, todavía toca atravesar un gran campo de roca, en el que apenas se marca el sendero. Aunque en apariencia se muestre inofensiva, el acceso a la cumbre puede complicarse bastante bajo condiciones meteorológicas adversas, debido a la altura y sobre todo a su alto grado de exposición. La niebla, las tormentas o ventiscas suelen aparecer de forma repentina en esta montaña y cuando lo hacen pueden acarrear situaciones muy cambiantes y comprometidas. La estación meteorológica que se ubica en la cima ha batido varios récords con rachas de viento por encima de los 370 km/h, temperaturas inferiores a los -40ºC y precipitaciones anuales superiores a los 3.000 mm, lo que le ha valido a este observatorio el apelativo de “Casa del Peor Tiempo Mundial“. En la misma cima, antes del periodo de nieves, existe un centro de visitantes abierto al público que cuenta con un punto de información, aseos y restaurante self service (muy americano todo ello). También dispone de un servicio de taxi para retornar hasta el punto de partida en Pinkham Notch.
El gran campo de roca que se propaga durante el último kilómetro del recorrido resulta bastante tedioso de andar. No hay sendero y toca guiarse observando a la gente que sube o baja, o bien fijándonos en los pequeños hitos de piedra que ocasiones van levantando los senderistas, pero ojo, con ciertas reservas, ya que a veces estas señalizaciones mal interpretadas pueden conducirnos a ninguna parte. En este tramo los bloques son más grandes y móviles. Aunque el granito suele proporcionar buenos agarres, mucha precaución con los traspiés y patinazos. Sin una buena póliza de accidentes contratada, los rescates en montaña suelen cobrarse caros en el estado de New Hampshire.
Vista parcial de la Cordillera Presidencial, con los populares Montes Jefferson, Adams y Madison, en honor a los presidentes y otros personajes ilustres que forman parte de la historia del país. El famoso Appalachian Trail recorre por completo toda esta divisoria. Con sus más de 3.500 km de distancia, es el tercer sendero de larga distancia de los EEUU, atravesando desde el sur todo el Sistema Montañoso de los Apalaches. En la imagen se observa la vía por la que asciende el tren cremallera desde la baja planicie de Bretton Woods.
El fastuoso Omni Mount Washigton Resort es un auténtico hotel de película, por su dantesca obra en madera rústica así como por lo sensacional del paraje en el que se ubica, en la llanura de Bretton Woods, justo al pie de la elogiada montaña. Se levantó entre los años 1900 y 1902 por artesanos italianos, destacando la construcción de unas espléndidas terrazas cubiertas con unas formidables vistas sobre los 360º. Al fondo, de derecha a izquierda, se vislumbran al atardecer las cumbres del Monte Washington, Clay y Jefferson. La línea deforestada que se asemeja a un cortafuegos, es la vía por la que asciende en máxima pendiente un tren cremallera hasta la misma cima.
Otro de los grandes encantos de viajar a través de Nueva Inglaterra durante el otoño es conducir apaciblemente, disfrutando del paisaje, por alguna de sus múltiples carreteras escénicas. En particular, destaca el Kancamagus Scenic Byway. Un tramo de 32 millas (51 km) perteneciente a la Ruta 112 que une las poblaciones de Conway y Lilcon, recorriendo la vertiente sur de las White Mountains. La carretera se abrió en 1959, conectando dos tramos ciegos que hasta entonces se hallaban separados. Su nombre procede de un antiguo jefe nativo de la etnia de los Algonquinos. Es famosa por sus impresionantes paisajes durante el foliage o caída otoñal de la hoja. A lo largo de este recorrido, completamente salvaje y despoblado, pueden visitarse numerosos bosques, lagos, cascadas, puentes cubiertos y campamentos. Del mismo margen, parten abundantes trails y en los tramos altos hay instalados diversos miradores desde donde se contemplan unas magníficas panorámicas en el punto álgido del otoño.
The Rocky Gorge es uno de los muchos puntos de interés que te puedes ir encontrando a lo largo del Kancamagus Highway. Declarado como Área Escénica, se trata de una pequeña garganta rocosa socavada por las enérgicas aguas del Swift River. Álamos temblones y variados arces americanos embellecen el paisaje con sus esplendorosos tonos otoñales.
Si nos falta tiempo, una buena opción para recorrer parte de las Montañas Blancas en poco tiempo, es hacer un recorrido circular en coche pasando por alguno de sus sitios más pintorescos. Así, desde la localidad de Conway, podemos tomar el Kancamagus Highway hasta Lincoln, subir por Franconia Notch hasta el pueblo de Twin Mountain y bajar de nuevo a Conway por el paso de Crawford Notch. Son unos 150 km que pueden realizarse despacio en unas dos horas y media. El céntrico pueblo de Conway posee una buena oferta en alojamientos, restaurantes y tiendas; especialmente en outlets de ropa de montaña, así que es un buena opción para hospedarse y pasar a conocer todo su entorno cercano.
Los norteamericanos están acostumbrados a cenar fuera de casa después de un larga jornada de trabajo. Así que el ambiente en los garitos de carretera suele estar muy animado a la hora de la cena. Eso sí, desde las seis a las ocho de la tarde.
Las pumkins o calabazas son el principal elemento decorativo del otoño en la región de Nueva Inglaterra.
Se venden en los comercios locales y en las granjas particulares, junto a otros productos típicos procedentes de la agricultura familiar.
Las producen de todas las formas y colores. Se colocan tradicionalmente en las entradas y jardines de las casas, conmemorando cada año la festividad de Halloween.
En la entrada del centro de visitantes de The Flume, en el Parque Estatal de Franconia Notch, junto a dos coloridos ejemplares de abedul amarillo (Betula alleghaniensis) y arce rojo (Acer rubrum).
FUENTES CONSULTADAS
https://copepodo.wordpress.com/2008/10/09/el-otono-de-nueva-inglaterra/
https://es.wikipedia.org/wiki/Monte_Washington
https://es.wikipedia.org/wiki/Bosque_nacional_de_los_Estados_Unidos
https://en.wikipedia.org/wiki/White_Mountain_National_Forest
May says
Me ha encantado tu artículo sobre el otoño en la costa este, es un viaje muy soñado por mi família y lo explicas con todo lujo de detalles. Muchas gracias! Y felicidades!!
Juan José Arguisjuela says
Me alegra que te haya gustado, May. En este misma época del año, resulta una auténtica maravilla, por sus preciosos paisajes otoñales. A mi mujer a mi nos encantó. Nosotros alquilamos un vehículo y accedimos por el interior de Nueva Inglaterra, y después bajamos por toda la costa. Vimos también los bonitos faros que se reparten por los acantilados de la costa atlántica, en Maine, Massachusetts y Rhode Island, para acabar en New York, super, super completo y recomendable. Es una zona poco turística de momento, así que no está demasiado masificada. A pesar de ser EEUU, los precios son más asequibles que los de la costa oeste. Ojalá puedas vivir este viaje sensacional con tu familia. Si puedes compartir o recomendar el post, me harías un gran favor. Saludos desde Ezcaray, La Rioja. Juan.