Una isla insólita pérdida en mitad del Atlántico Norte, cuyos prístinos paisajes todavía permanecen indemnes en su mayor parte. Íntegros e incorruptos. Haciendo frente a la disruptiva mano de el Hombre. Aquí, en las proximidades del Ártico, son las fuerzas telúricas y sobrenaturales, emergiendo desde los abismos de la Tierra, las que se encargan de tallar los moldes de una jovencísima litosfera. Atroces seísmos; colisión, fusión, fricción, erosión,…Volcanes y glaciares colosales. Magma y hielo enfrentándose sin clemencia. Configurando un escenario dramáticamente desolador. Dramáticamente puro y excepcional. Único y alejado de las reglas formales que hoy en día imperan en los últimos espacios naturales que decoran una Europa consumida y acomodada.
–Surgencias hidrotermales de Geysir.
Este ancho valle, forma parte del rif que se eleva y fisura sobre la dorsal Atlántica, separando las placas continentales de Norteamérica y Euroasia (ver mapa). Fallas que superan los 10 km de longitud y los 40 m de profundidad, evidenciando el origen tectónico de este aclamado espacio protegido. Si te adentras por el interior de dicha falla, debes saber que estarás caminando por encima de la brecha que separa, nada más y nada menos, que dos continentes ¡Verdaderamente asombroso!
Recuerdo que en los bosquecillos de abedul abundaban el pardillo sicerín (Carduelis flammea) y el lúgano (Carduelis spinus). Ambos, estaban haciendo buen acopio de la diminuta semilla madura que tendía de los arboles. Tras una intensa deforestación, auspiciada tras la llegada de los primeros colonizadores a finales del siglo IX, el abedul pubescente (Betula pendula subsp. tortuosa) tiende a recuperar los dominios florísticos de la tundra subártica, junto a serbales, sauces enanos y diversas matas de ericáceas. La altura media del dosel ronda los 3 metros. Estos bosques se protegieron del pastoreo en la década de 1920 del siglo pasado, por lo que su edad se estima superior a los 80 años. El lento crecimiento del arbolado se debe, tanto a la dureza del clima como a la pobreza en nutrientes que presentan los suelos de procedencia volcánica de Thingvellir.
El emplazamiento de la cascada de Öxarárfoss (cascada del hacha, según interpretaciones) es uno de los escenarios más visitados del parque. Un extraordinario salto de agua de unos 20 de altura, cuyo flujo hídrico se canaliza a lo largo de un escarpado desfiladero. En dicha garganta, precisamente se enmarca una de las fallas más importantes y fracturadas del país. El denominado cañón de los peniques o Peningagjá, pues su fondo está repleto de monedas que persiguen alcanzar los más ansiados deseos del visitante.
Las aguas frías y oxigenadas del río Öxará favorecen la vida acuática, especialmente la de algunos peces de la familia de los salmónidos. En la foto podemos observar un nutrido cardumen de salvelinos o truchas árticas (Salvelinus alpinus), agolpándose junto a una bajante de agua. En los fondos del Lago Thingvallavatn, incluido también en el parque, se han descrito hasta cuatro morfos distintos de esta especie pariente de la trucha y el salmón. Su biomasa en este lago subártico se ha estimado en unas 700 toneladas. Esta elevada producción se considera excepcional, teniendo en cuenta las aguas tan frías y profundas que se dan a estas latitudes.
Este majestuoso valle fue protegido en el año 1928 y designado Patrimonio de La Humanidad por la Unesco en 2004. El origen del vocablo procede del islandes “Þing”=asamblea y “vellir“=explanada. El símbolo nórdico Þ, caligráficamente se parece a una letra P, si bien cuando lo traducimos a nuestro lenguaje se pronuncia como una Z. A nivel histórico, este enclave tiene una gran trascendencia para el pueblo islandés. Corría el año 930, cuando en estos mismos lares se fundó el AlÞingi, reverenciada por ser una de las instituciones parlamentarias más antiguas de las que se tienen noticia. También aquí, en 1944, fue donde se declaró la independencia del país segregándose del Reino de Dinamarca.
La descomunal cascada de Gullfoss o cascada dorada se considera una de las mayores atracciones turísticas del país. El portentoso salto de agua embravece las corrientes del río Hvítá, escalonándose a lo largo de tres niveles de 11, 21 y 32 metros de altura, respectivamente. Tras el último precipicio, el agua se canaliza por el interior de un angosto cañón que alcanza los 70 m de profundidad, viajando a través de unos 2,5 km de trayecto fluvial. Originalmente, el tramo de río desde donde se precipita esta cascada perteneció a manos privadas, particulares que se vieron tentados por la especulación industrial extranjera. Después de un fallido intento de explotación hidroeléctrica, el paraje fue vendido al estado islandés para su posterior salvaguarda en 1970 bajo la figura de Reserva Natural.
Las teorías hablan de que este portento de la naturaleza salvaje, pudo formarse a raíz de lo que los islandeses conocen como jökulhalaup o arrebato glaciar, en un periodo de severas fusiones e inundaciones torrenciales que se sucederían a finales de la última glaciación. Se citan cifras de caudales que podrían haber superado los 2000 metros cúbicos por segundo, lo que la sitúa entre las cataratas más caudalosas y potentes de Europa.
Echad un ojo para que podáis calcular las enormes proporciones que engrandecen este lugar.
En el área hidrotermal de Haukaladur podremos comprobar claros indicios de la constante actividad volcánica que sufre la isla. En este sitio se encontraba el célebre Geysir, uno de los géiseres más activos de los que se tiene constancia en el planeta. Asimismo, el origen de esta palabra proviene del verbo islandés “geysa”=emanar. Durante sus enérgicas emanaciones, la columna humeante de vapor de agua solía alcanzar los 80 m de altura. Si bien, en alguna ocasión rozaría la anecdótica cota de 120 m, coincidiendo a la vez con un tímido periodo de actividad tectónica acaecido durante el año 2000. Actualmente este géiser permanece latente. Algunos achacan su inactividad a la gran cantidad de piedras y otros objetos arrojados por guías y turistas desaprensivos. Afortunadamente, la fumarola del aledaño Strokkur todavía continua explotando agua cada 5-10 minutos, rayando los 20 m de altura. El show es aplaudido por miles de visitantes anuales.
Géiser de Strokkur tras erupcionar. Fumarolas blancas que emergen del subsuelo, incrustaciones multicolor de compuestos sulfurosos, ollas de barro burbujeantes,…estos son los elementos naturales que componen este extraordinario paisaje geotérmico.
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Anónimo says
Increible post!! Con ansias del siguiente!!
Juan José says
Muchas gracias. Los viajes son para vivirlos, pero también para compartirlos.
Un saludo amigo.
Adela Blasco says
Que maravilla de explicaciones didácticas y vivencias. Un viaje muy deseado, pero con esa lección de naturaleza, botánica y fauna, tiene que resultar fascinante.
Juan José Arguisjuela says
Gracias Adela.
Conociéndoos de siempre, sé que a Ricardo y a tí os encantaría el poder ver y fotografiar su belleza sublime.